viernes, 17 de noviembre de 2017

La era de los wasazombies


La era de los wasazombies

Edgar Piña O

En todas las etapas y espacios de la humanidad es posible identificar ejemplares humanos, modelos estándar, comunes, de presencia notable que los distingue, los diferencia, de otros grupos humanos. Son lo que llamamos estereotipos. El cowboy y el indio de las praderas son estereotipos americanos. Un individuo rubicundo y tomando cerveza es estereotipo de los alemanes. El  mexicano, el ruso, el chino, el español, el caribeño, ustedes digan, evocan imágenes estereotipadas y dentro del gran estereotipo se presentan múltiples variedades, como sería el caso de los mexicanos norteños, costeños, citadinos, fronterizos, peninsulares y muchos otros.

 La entretenida tarea de describirlos la dejamos para otra oportunidad y por ahora enfoquémonos en tratar de identificar, observar y entender una especie humana en surgimiento simultáneo con el milenio que recién empieza. Este género de individuos, que parece tener réplicas y variedades a lo largo y ancho del globo terráqueo, ha brotado como hierva en la pradera después de la lluvia. Este surgimiento, esta emergencia sistémica, este producto híbrido generado por la combinación del fenómeno de la globalización y la constante innovación en las tecnologías de la información, se me ocurre llamarlo wasazombi.

Mire a su alrededor. Observe. Asómese por la ventana, salga al pasillo, camine por las aceras, por los parques y supermercados. Eche un vistazo a los patios de las escuelas, en las aulas, en los pasillos. Atrévase a sumergirse en las olas humanas de un mall, en las corrientes encontradas de un cine, un metro, un teatro. No pierda de vista la realidad y ahí estará el estereotipo de inicios del siglo veintiuno: el wasazombi.

Los libros, las revistas, los periódicos, los programas de radio, los noticieros de televisión, ni aún las conversaciones simples, elementales, tienen lugar en el mundo de los wasazombies. La comunicación  cara a cara, vista a vista, oído a oído, se ha estado reduciendo en la medida en que los pulgares toman posesión del pequeño teclado touch screen. Aún las computadoras de escritorio, las laptops, ahora indispensables para todas las generaciones, están desvalorizándose para el wasazombi común.

Como usted sabe, wasap o WhatsApp, la denominación oficial de la marca,  es una aplicación de mensajería instantánea para teléfonos inteligentes, que envía y recibe mensajes mediante Internet. Usted, como usufructuario, sabe que además de utilizar la mensajería en modo texto, los usuarios pueden crear grupos y enviarse mutuamente imágenes, vídeos y grabaciones de audio. Según datos fáciles de googlear, se calcula que a finales de la segunda década del siglo veintiuno wasap  supera los 800 millones de usuarios activos, el 70% de ellos activos diariamente, con múltiples entradas y salidas de la aplicación, app en corto.

El mismo Mark Zuckerberg, fundador y propietario de Facebook, y en su momento comprador, en una multimillonaria operación, de la app WhatsApp, dijo que la marca estaba  en el camino de conectar a mil millones de personas y que los servicios que alcanzan ese hito son de increíble valor en el desarrollo de las comunicaciones. La alianza Facebook y WhatsApp  permitirá «un mundo más abierto y conectado», dijo. Por su parte el  fundador de esta sencilla aplicación, tan sencilla  que hasta yo la uso, Jan Koum, en algún momento dijo que gracias al  impulso de las capacidades de mensajería simples, sólidas e instantáneas se está logrando una  profunda conexión de los usuarios en todo el mundo.

¿Pero esta enorme, casi total, capacidad de conexión está siendo utilizada por los millones de usuarios en formas eficaces, rentables en términos de negocios, estudios, investigaciones, educación, cultura y entretenimiento? Por supuesto que sí, la respuesta es positiva, pero ¿cuántos miles, millones de seres humanos, aquí y en cualquier otra parte del mundo, están usando la capacidad de conexión para asuntos triviales, sin importancia, sin ganancia neta para los participantes?

Existen imágenes de otras épocas en las que se puede advertir, por ejemplo, a muchos pasajeros de un autobús o de un tren, leyendo el periódico o revistas. También la imagen más reciente de varios pasajeros hablando por el cel. Pero la escena de todos, casi todos, bueno más bien todos, comunicándose con los pulgares es definitiva. Ahí agregue usted a una señora con audífonos hablando mientras camina o a la de un joven estándar regresando audios mediante el uso simplificado de una docena de palabras, las cuales usted también ya se las sabe. Y si no vuelva a salir a la calle y lo van encontrar, las palabras y los parlantes.

Y así, estas escenas de individuos, en su mayoría jóvenes, se reproducen atravesando calles, bajando de camiones, manejando o viajando en automóviles, en cafeterías, restaurantes, lugares públicos, estadios, supermercados, pero siempre “conectados” a otro wasausuario que seguramente comparte a plenitud la cantidad, la calidad, la frecuencia y hasta la intensidad de los mensajes.

El usuario que administra sus asuntos de manera productiva, eficaz, rápida e instantánea y logra una ventaja, una ganancia, un avance en un asunto, un negocio de importancia, es el mismo usuario inteligente, consciente, que utiliza en la misma forma otros medios de comunicación como las llamadas de voz, de video, los correos electrónicos, los grupos de Facebook, snapchat, Instagram y otros. Este usuario seguramente no textea mientras maneja pero sabe sacar el máximo provecho a las aplicaciones.

Pero aquellos que hasta su vida ponen en peligro por mantenerse hipnotizados con la brillante pantallita, esos son los wasazombies. Y, claro, los hay en diferentes grados de adicción, pero usted los ve atravesando calles, subiendo a camiones, sentados a la en la sala de su casa o la  sombra de un árbol, bajándose de automóviles, comprando en el súper o en el mall, apretujándose en un antro con luces de alucine, y  aún hasta en las iglesias y las aulas, en fin, en muchísimas situaciones, pero siempre, casi siempre, bueno, siempre, estarán “conectados” al wasap.

La  interconexión millonaria de usuarios de la app, constituyen una red mundial que asemeja una galaxia de interconexiones electrónicas que hacen posible la comunicación instantánea, en tiempo real, de un usuario en Moscú con otro en Caracas. No importa dónde estés, con tal que exista una red inalámbrica o cobertura celular, podrás decir a tu novia o tu esposa que las amas. En la misma forma podrás usar tu cuenta para anunciar al mundo tu decisión de replicar la Muralla China en la frontera norte de México. Y así.

Conocí a un coreano en sus cuarentas, que enviaba fotos de sus desarrollos matemáticos para ayudar a su hija en las tareas escolares allá en Hanam, cerca de Seul, estando él en Vancouver. Todos los días puedo observar o imaginar mensajes de usuario a usuario con ese limitado vocabulario al que ya hicimos referencia En este momento millones de niños, jóvenes, adultos y adultos mayores, están intercambiando información acerca de lo que están haciendo o de lo que están pensando, en un flujo constante, interrumpido y reconectado millones de veces, pero siempre presente.

Este inmenso intercambio electrónico  cubre  el globo terráqueo y lo convierte  en un enorme cerebro iluminado por resplandecientes ondas sinápticas, que llevan y traen datos, información y conocimientos a terahertzs de velocidad. Y es en este cerebro bullente, precisamente de donde emergen los elementos constituyentes, los reactivos, los datos, la información y los conocimientos que son la materia vital de las revoluciones tecnológicas que recién han empezado.

Sin embargo, ¿estas revoluciones tecnológicas terminan beneficiando a todos los países, a todas las regiones, a todos los sectores y grupos humanos por igual? ¿Hay ganadores y perdedores? Bueno, la respuesta nos la puede dar un enfoque de sustentabilidad, por aquello de que todos los procesos productivos generan desperdicios, externalidades, inesperadas consecuencias, coproductos indeseados, casualties of war, o lo que usted quiera.

Bueno, pues eso son los wasazombies, en sus diferentes grados y presentaciones. Y sí, ya lo dijimos, lo mismo pueden ser vistos en Yavaros, Sonora que en Seattle, estado de Washington. Lo mismo en Reynosa, Tamaulipas, que en Paris, Francia y hasta puede que tenga uno en casa. Son universales y las sociedades humanas están, más o menos, lidiando con ellos. Las  últimas preguntas serían. ¿Qué país, qué región, qué ciudad, qué grupo o sector social acusa mayor incidencia del estereotipo wasazombi? Vuelva a mirar a su entorno. ¿Muchos wasazombies?




No hay comentarios:

Publicar un comentario