Me divierte mucho el
ejercicio de entender los mitos económicos de la entidad federativa llamada
Sonora, en el noroeste de México.
Me regocija enormemente
describir los iconos del agricultor manejando un vehículo último modelo en las
ciudades; los del ganadero, ensombrerado aunque se encuentre a la sombra de su
refrigerada oficina; los del empresario maquilero, rentador de tejabanes, que presume de industrial; y también los de
políticos y funcionarios, inflados e inaccesibles, que actúan como celebridades.
Sí, todos ellos los actores del subsistema local de poder, que alcanzan la
perfección en sus papeles de alfiles en los tableros regionales de la economía
y la política.
Tal vez el más llamativo y
popular personaje de la mitología sonorense es el del agrotitán. Si bien es
cierto que mis alumnos de octavo semestre de licenciatura jamás han oído la
palabra, eso no niega la existencia de un ser mitógico, vivo y actuante, que
devora recursos fiscales en cantidades billonarias, desperdicia la escasa agua
dulce del territorio y sólo produce capitales que se evaden y contaminación en
el ambiente. Es sabido que la persistencia del mito del agrotitán descansa sobre un par de premisas falsas, como son la
soberanía alimentaria y la dolarización
millonaria que dejan las exportaciones de productos primarios. Párrafos
adelante le explico esto.
Al agrotitán lo puede usted
encontrar en las cafeterías de los hoteles de Hermosillo, Caborca, Obregón y
Navojoa, principalmente. En los bancos su aparición es casi diaria y tampoco falla su avistamiento los
domingos en catedral o la iglesia “de los ricos” en las poblaciones pequeñas.
Si le interesa el tema, ponga
una tachuela en el mapa de Sonora precisamente en la cabecera del municipio de
Cajeme. Ningún cazador, observador o fotógrafo de mitos y de creaturas milenarias
puede dejar de visitar la avenida Miguel Alemán en Obregón. También la calle Pesqueira
de Navojoa es un buen lugar para encontrarlos.
Aquí en Hermosillo los agrotitanes, los que quedan en el siglo XXI,
pululan en un territorio disperso en el manchón gris y polvoroso que es la capital de
mi estado.
En el campo, en las tierras
de cultivo, en los canales de riego, metidos en la parcela o cargando y
descargando productos, jamás. Si hace algunos años, una pick up, enorme y refrigerada,
servía de vínculo entre el agrotitan y la tierra que sobrexplota, ahora el
celular es una maravilla, porque los tractoristas y regadores, traen el suyo, y
así el patrón puede avisar oportunamente
que “no esperen la raya sino hasta la otra semana, porque el gobierno no
ha soltado los apoyos”.
Esta creatura de la
mitología regional no tiene la forma de los titanes de la mitología griega,
enormes y poderosos, capaces de mover el mundo. No, los titanes de aquí, nuestros
personajes, visten de sombrero, camisa elegante, pantalones bien planchados y
botas carísimas de piel de camaleón. La
hazaña recurrente por la cual se les conoce es la de devorar enormes
platos de chorizo con huevo, tortillas de harina y café, casi todas las mañanas
en los lugares ya mencionados.
Nuestros agrotitanes en general no son violentos ni irascibles, como
esos demonios de los griegos dibujados en las enciclopedias de antes. Su
dominio sobre la población -los habitantes que hormiguean literalmente en las
calles y mercados de pueblos y ciudades-, se practica de formas más sutiles que
se ejercen a través de la política, el gobierno y la prensa.
Pero no crea usted que los
agrotitanes de Sonora y los titanes clásicos no tienen alguna similitud. Por el
contrario, sí la tienen. Los segundos aterrorizaban los bosques, caminos y
poblaciones de la antigüedad griega y se dice que se robaban a las doncellas y
comían gente. Los agrotitanes autóctonos, por su parte, generan pobreza, desempleo,
contaminación, carestía, marginación y violencia. La desastrosa consecuencia de
sus acciones es fácilmente observable, en los enormes manchones de miseria
que rodean los pueblos y ciudades de
Sonora.
El control de la política,
la economía y el gobierno que ejercen los agrotitanes del noroeste de México,
se alimenta de un subsiducto que proviene del gobierno federal y termina en sus
cuentas corrientes y de inversión en los bancos multinacionales que operan en
el estado. Veamos algunas cifras.
Información obtenida en un sitio
web informativo de los subsidios al campo en México
permite identificar algunas cantidades ilustrativas del dinero que en lugar de invertirse en obras públicas y servicios municipales va a aumentar las fortunas de unas cuantas familias a las que pertenecen los agrotitanes.
permite identificar algunas cantidades ilustrativas del dinero que en lugar de invertirse en obras públicas y servicios municipales va a aumentar las fortunas de unas cuantas familias a las que pertenecen los agrotitanes.
Al estado de Sonora han
entrado por concepto del Programa de Coberturas y Agricultura por Contrato
responsabilidad de SAGARPA, 5 mil 482 millones de pesos en el período 2004 a
2011, mientras del llamando PROCAMPO, que premia número de hectáreas y toneladas
producidas de trigo, principalmente, han entrado más de 2 mil 797 millones
entre 2006 y 2012. Los dos voluminosos montos de subsidio a los
agrotitanes ascienden a 8 300 millones
de peso, en cifras redondeadas, en los
períodos señalados.
Si también redondeamos las cifras de población total del
estado de Sonora, digamos a 3 millones de personas, resulta que si se repartieran
la subvenciones mencionadas (porque hay otras) entre la población, tocaría, si
la aritmética es correcta, la interesante cifra de 2, 700 pesitos por habitante,
en un período de 7 años, sin distinción de edad, sexo, ocupación y lugar de
residencia. Con esa cantidad los habitantes del estado bien podrían dedicarla a comprar harina o sus
productos para las cocinas sonorenses.
El daño económico que hacen
los agrotitanes a Sonora viene acompañado de otras calamidades como la
desperdiciar millonarios volúmenes de agua dulce en cultivos generalmente no
competitivos, como es el caso del trigo y otros granos, ya que sus costos de
producción ascienden al doble de los que se registran en el medio oeste
norteamericano y en la planicies agrícolas canadienses. Para poder vender los
cereales cultivados en Sonora, los agrotitanes dependen del subsidio federal y
de otros apoyos del gobierno del estado.
¿Soberanía alimentaria? Esta
es otra vieja leyenda que acompaña al mito. Los agrotitanes producen trigos
duros, los cuales son propios para pastas que se colocan en mercados foráneos,
mientras que las harinas de los trigos blandos, propios para las tortillas y
los panes que consumimos los sonorenses, se tienen que importar del centro del
país o de los vecinos países norteamericanos ya mencionados.
¿Entrada de divisas
provenientes de exportaciones? Otra insostenible leyenda. Las divisas seguro
quedan depositadas en bancos del extranjero, ya que si se invirtieran aquí,
según las cifras millonarias que las asociaciones agrícolas de los valles
publicitan, la infraestructura productiva y social de Sonora competiría con la
de los Emiratos Árabes.
Hay que agregar a la lista
de asaltos a la población que hacen los agrotitanes de Sonora, su oposición a
usos racionales del agua de las presas. La ferocidad con la que han defendido
su modelo de producción agrícola
obsoleto, oneroso y depredador, es propia de bestias mitológicas de una
insania que no tiene igual en la literatura antigua. Mentir, insultar, pelear, bloquear carreteras, azuzar a la gente, para
escatimar un vaso de agua a Hermosillo del gran barril que ellos desperdician
ciclo tras ciclo, es de una crueldad exagerada, sobre todo cuando el agua no es
de ellos.
El efecto de la actividad
agrícola de los agrotitanes de Sonora en el resto de las actividades
productivas es francamente deplorable. La maquinaria, las semillas, los
fertilizantes, los fumigantes, defoliantes, y otras porquerías que van a dar al
mar, no son marcas nacionales, mucho menos regionales. Es lamentable que buena
parte de los subsidios mexicanos tenga como destino a compañías transnacionales
cuyas ganancias tampoco se invierten en la localidad.
¿Empleo? Son muy pocos los
empleos que genera el medio millón de hectáreas
que se siembran de cereales en Sonora, ya que un tractorista es capaz de
trabajar cientos de hectáreas en los cortos plazos que se disponen para
preparar las tierras. Lo mismo sucede con la cosecha ya que un operador de
combinada y su ayudante levantan decenas de toneladas en los cortos períodos de
recolección. En la misma forma, es un sólo hombre el que deja correr el agua
día y noche para inundar los cultivos en los múltiples riegos que el clima seco
de Sonora exige a la agricultura del desierto sonorense.
Está escrito en los libros
de la historia de Sonora, que hace 100 años, unos sonorenses -cuyos nombres los
jóvenes de hoy pueden ver en las placas de los monumentos del Boulevard Rodríguez
en Hermosillo-, ocuparon los puestos principales de un gobierno emergido del
movimiento armado llamado Revolución Mexicana. Su gusto por el poder, su
adicción al cacicazgo y su pasión por la reelección, provocaron en personajes
de otros estados del país, acciones neutralizadoras de su papel en la política
nacional y una de ellas fue regresarlos a su tierra.
Una vez logrado su retorno,
hubo que obsequiarles y desmontarles enormes extensiones de los valles
desérticos de Sonora, construir la infraestructura de riego, almacenamiento y transporte,
y proveerles de cuantiosos créditos, todo con tal de que se entretuvieran
haciéndose ricos en su tierra y no retornaran
a la política nacional.
Progenitores de los
agrotitanes fueron los semidioses sonorenses vencedores de la Revolución
Mexicana –Obregón, Calles y Rodríguez-, los
que al ser eliminados de la política
nacional, recibieron a cambio, además del acceso asegurado a los poderes
locales, flujos constantes y jugosos de
subsidios y asesorías gratuitas, para que se ocuparan en una agricultura que
proveyera de alimentos al país, sin fijarse mucho en los gastos financieros y
en los daños al ambiente y a los recursos naturales.
Los agrotitanes de hoy poco
saben de sus bisabuelos militares y revolucionarios y de lo que pasó en la política
nacional del siglo XX. La historia no es su fuerte, pero en cambio sí dominan un buen número de artimañas para
continuar recibiendo “apoyos” del gobierno, o sea de usted y yo. Muchos de
ellos, se meten a la política –por cierto cada vez más porque usted sabe las familias
crecen- y algunos hasta gobernadores han
sido, pero nunca han desactivado su conexión
directa con los presupuestos federales y locales, vía la agricultura extensiva
y depredadora del desierto.
Los agrotitanes, creaturas
de la mitología regional, azote de la economía y el bienestar de la población,
ahí están, en los lugares sugeridos; usted seguramente los podrá reconocer.
Es divertido escribir sobre
ellos…. con tal de no fijarse mucho en la tragedia histórica, económica y social que produce su existencia.
Hermosillo, Sonora a 02 de febrero
de 2014
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ResponderEliminarTotalmente de acuerdo con este tu blog. A mi me gusta llamarlos la Oligarquia Agropecuaria (termino que usan los Argentinos) para denominar esta especie depredadora de recursos y artifices de un retraso fenomenal en el desarrollo de toda la region.
ResponderEliminarEste prototipo de depredador, efectivamente, es endémico de Latino América, el Caribe, Asia y África. Los perfiles de agricultores genéricos de Norteamérica, Europa, Australia y Nueva Zelanda son muy diferentes, por cierto.
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