martes, 14 de agosto de 2012


Causa de la crisis en EU


“Cuando el Presidente Bill Clinton declara en 1994 que “Más estadounidenses debieran ser dueños de sus casas por razones que son de índole económica y tangible y de naturaleza emocional e intangible, sino también porque ello va al corazón de lo que significa albergar, nutrir y expandir el Sueño Americano,” estaba dando el banderazo de salida a una loca carrera en los bienes raíces.”

Manuel Suárez Mier

MARTES, 7 DE AGOSTO DE 20
   

Un gran amigo me recomendó hace meses la lectura el libro Reckless Endangerment: How Outsized Ambition, Greed and Corruption Led to Economic Armageddon (Irresponsable jugada peligrosa: como ambición desproporcionada, codicia y corrupción llevaron al apocalipsis económico) que finalmente tuve la ocasión de leer. 

Independientemente del título del libro, lleno de contundentes adjetivos para atraer clientes, se trata de un documento de enorme utilidad para poder entender mejor la terrible crisis financiera que sigue afligiendo a la economía de Estados Unidos y que explotó súbitamente con la burbuja en los precios de los bienes raíces en 2007.

La lectura del bien documentado reportaje del texto referido resulta muy oportuna antes de la elección presidencial en EU en la que los ataques de los candidatos recurren a culparse mutuamente de haber causado la crisis que mantiene a EU con una tasa de desempleo superior al 8% y sin indicios de mejorar.

El argumento central del libro es que la combinación de una definición de objetivos errados de la autoridad, la inicua operación de entes “patrocinados por el gobierno” disfrazados de empresas privadas, la complicidad de empresarios paraestatales, banqueros favorecidos y congresistas trocando su influencia por patrocinio para sus campañas políticas, resultó en la creación de un monstruo incontrolable. 

A pesar de lo anterior, la semilla en la que se sustenta la crisis no podía ser más loable: se trataba de que cada ciudadano de EU pudiera acceder a vivir en casa propia, para lo cual era necesario generar la cantidad de crédito hipotecario que hiciera viable tal objetivo y también ofrecer condiciones más favorables en los nuevos préstamos en cuanto a tasas de interés, requisitos de aceptación e historial crediticio.

El crédito hipotecario en la mayor parte del mundo, y EU no era la excepción, venía de una larga tradición de prácticas prudenciales que anteponían la solidez del acreditado y una elevada probabilidad de recuperación del préstamo a otras consideraciones.
Tales prácticas por definición limitaban el universo de posibles acreditados no sólo a quienes tuvieran un empleo fijo, perdurable y apropiadamente remunerado sino también una historia de crédito sin tacha y requisitos mínimos, como que el monto del pago mensual de la hipoteca no debiera exceder el 25% del ingreso familiar.

Cuando el Presidente Bill Clinton declara en 1994 que “Más estadounidenses debieran ser dueños de sus casas por razones que son de índole económica y tangible y de naturaleza emocional e intangible, sino también porque ello va al corazón de lo que significa albergar, nutrir y expandir el Sueño Americano,” estaba dando el banderazo de salida a una loca carrera en los bienes raíces.

Al centro de este teatro se ubicaba la agencia crediticia popularmente conocida como Fanny Mae y cuyo nombre completo es Asociación Hipotecaria Federal Nacional, una entidad concebida durante la Gran Recesión de los años treinta del siglo XX para comprar créditos hipotecarios de los bancos comerciales que los otorgaban.

Si bien Fanny Mae no operaba directamente en los mercados sino a través de la banca comercial, la intención era dotar al segmento residencial de liquidez adicional al descontar el papel hipotecario de los bancos para que, a su vez, éstos pudieran prestar los recursos recuperados a nuevos acreditados.

Esta agencia cambió su naturaleza cuando el gobierno quiso aparentar tener un menor déficit público al final de los años sesenta y procedió a su privatización parcial, y eventualmente a emitir acciones y cotizar en bolsa, con lo que los pasivos de Fanny Mae dejaron de ser parte del balance del gobierno federal de EU, lo que de ninguna manera significó el corte de su relación favorecida con la autoridad.

A lo largo de los años hubo intentos por cortar los vínculos privilegiados de Fanny Mae y su entidad hermana Freddie Mac (Corporación Federal de Crédito Hipotecario Residencial) con el gobierno pero todos ellos fracasaron porque sus administradores forjaron lazos muy estrechos de complicidad con legisladores clave en el Congreso, que se convirtieron en sus briosos defensores.

El problema de ya no tener los pasivos de estas entidades en el balance del gobierno federal pero seguir contando con una relación que ningún prestamista del sector privado pudiera siquiera soñar en tener –respaldo al 100%, menor costo de crédito y muchas más ventajas- condujo a lo que los economistas llamamos “riesgo moral.”

Este “riesgo moral” se concretó cuando el gobierno de EU rescató financieramente a las entidades quebradas en 2008 debido al colapso hipotecario, con cuantiosos recursos de los contribuyentes que dudosamente se recuperarán, mientras que los tenedores de sus acciones perdieron el total de su inversión.
Seguiremos con esta historia de horror.

Causa de la crisis en EU (II)

“¿Dónde estuvieron las numerosas agencias reguladoras del gobierno con la misión de controlar los mercados financieros? Con contadas excepciones, habían sido penetradas y conquistadas por las entidades a las que tenían obligación de regular, lo que se llama en economía “captura regulatoria.””

Manuel Suárez Mier

MARTES, 14 DE AGOSTO DE 2012
 
Sigo con la historia que inicié la semana pasada sobre cómo un arreglo institucional perverso en el ámbito del crédito hipotecario en los Estados Unidos gestó una terrible burbuja en los precios de los bienes raíces que eventualmente condujo al colapso financiero iniciado en 2007 y cuya superación no parece inminente.

Empiezo por ofrecer disculpas a mis estimados lectores, varios de los cuales se quejaron de que no hubiera yo mencionado los nombres de los autores del libro Reckless Endangerment. Se trata de Gretchen Morgenson, reportera y columnista del New York Times y Joshua Rosner, analista financiero independiente.

Su relato cubre dos décadas de “innovaciones” en el mercado de créditos hipotecarios durante las cuales los mínimos criterios prudenciales que lo habían caracterizado desde tiempos inmemoriales se echaron por la borda cuando fue posible que los bancos que otorgaban las hipotecas pudieran venderlas a terceros.

Esta desvinculación entre la institución que concedía el crédito, al empaquetarse con otras hipotecas similares y venderse a inversionistas en el mundo entero, representaba una clara disminución del riesgo para el prestamista original por lo que podía incurrir en mayores riesgos en subsecuentes créditos y, por lo tanto, cargar más elevadas tasas de interés y proceder a venderlos de nuevo.

Las matemáticas y los modelos que se desarrollaron para crear estos instrumentos financieros derivados sustentados en créditos hipotecarios, eran de tal complejidad que pocos expertos los entendían pero todo mundo confiaba en lo que se volvió el mantra de esta industria: que al compartirse el riesgo éste disminuía.

Cuando Fanny Mae se dio cuenta de la oportunidad de negocio y crecimiento que representaba el empaquetamiento y venta de derivados hipotecarios, se lanzó con entusiasmo a desarrollarlo involucrando en el camino a los grandes bancos de inversión, en particular Goldman Sachs con el que tenía una relación muy estrecha.

¿Por qué tanto interés en estos instrumentos financieros? Aquí es dónde embona la política monetaria expansiva que mantuvo por largo tiempo el Sistema de la Reserva Federal que generó tasas extraordinariamente bajas de interés, y una enorme liquidez a nivel global en constante búsqueda de nuevos instrumentos de inversión.

El otro ingrediente esencial en este esquema fue el que jugaron las agencias calificadoras de riesgo como Standard & Poor’s y Moody’s, que sustentaron la tesis de que conforme se ampliaba y diversificaba tanto el origen como la clientela de los instrumentos financieros sustentados en créditos hipotecarios, su riesgo disminuiría.

La emisión de estos instrumentos era enormemente rentable para las agencias calificadoras, mucho más de lo que ganaban evaluando bonos municipales u otros instrumentos financieros, por lo que sus incentivos estaban claramente alineados con el mayor crecimiento posible de este mercado.

Como suele suceder en mercados financieros que están en la víspera de explotar, la inercia para un cada vez más acelerado crecimiento en la emisión de instrumentos derivados se aceleró y mientras los precios seguían subiendo parecía que todo iba bien, aunque siempre hubo algunas voces que alertaron del peligro inminente.

¿Dónde estaban en todo este proceso las numerosas agencias reguladoras del gobierno con la misión de controlar estos mercados e instituciones? Con contadas excepciones, habían sido penetradas y conquistadas por las entidades a las que tenían obligación de regular, lo que se llama en economía “captura regulatoria.”

Lo más grave de esta historia de incompetencia, corrupción y ambición desenfrenada es que los responsables no acabaron en la cárcel, como merecían, sino que ni siquiera han sido objeto de censura y reprobación social. Al contrario, mantienen su status privilegiado tanto en Wall Street como en la ciudad de Washington.

¿Qué remedio discurrieron el gobierno de Barack Obama y el Congreso de EU para evitar que pudiera haber una recurrencia de crisis? Primero, echarle la culpa a la desregulación financiera de los años noventa y, a continuación, aprobar miles de páginas de legislación que pretende, ahora sí, supervisar apropiadamente al sector.

Se crea un enorme número de nuevas agencias burocráticas con la misión de regular todos los aspectos que los legisladores, liderados por el diputado Barney Frank y el senador Christopher Dodd, ambos aliados y protectores de Fanny Mae, consideraron que no fueron debidamente supervisados con la legislación anterior.

Nada impide que las nuevas agencias, que todavía tienen que encontrar su modus operandi y su interacción con las anteriores, sean también capturadas por la industria financiera como ha ocurrido sistemáticamente, y que la innovación de productos y vehículos de inversión una vez más deje atrás la habilidad de los nuevos reguladores de desempeñar un papel útil en prevenir la siguiente crisis.

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