Tuve la oportunidad recientemente de presenciar
las exposiciones de expertos en el campo de la pobretología y el
asistencialismo y tras de aceptar como meritorio su esfuerzo investigativo en
la materia, de inmediato recordé que ya anteriormente había tratado de
clarificar mi posición al respecto. A continuación
la colaboración de MITOCLASTA en la revista electrónica www.asuntoscapiatles.com, sobre el
tema de los pobres y los que se ocupan de ellos.
Es ya una frase común
aquella que recomienda no regalar pescado al necesitado sino enseñarle a
pescar. Una variante del refrán dice que en lugar de regalar el pescado mejor
regalarle la caña o la red. La verdad es ninguna de las dos sugerencias termina
de convencerme.
Yo mejor propongo que
en vez de regalar pescado o cañas o redes una sociedad que desee acabar con la
pobreza deberá de asegurar las condiciones para que los que necesiten ayuda
utilicen sus capacidades para producir los bienes requeridos sin interferencias
ni obstáculos y dejen de ser necesitados en base a su propio esfuerzo.
Si usted regala pescado
a un necesitado, ese día el beneficiado comerá y le estará muy agradecido, y seguro
va a emitir su voto por usted o su partido, pero al día siguiente estará esperando
que alguien venga a regalarle otro pescado no importa que tenga que esconder la
cachucha que usted le obsequió para ponerse la nueva de quien le regaló el
pescado.
Si usted regala una caña
o una red para pescar, el recipiendario de su generosidad podrá salir a pescar
cada vez que necesite alimentarse, pero llegará un momento en que el pescado
estará escaso y lo más probable es que más temprano que tarde se agote, ya que
muchos pescadores se estarán disputando la cantidad de producto que la
naturaleza espontáneamente es capaz de generar.
En los tiempos del
filósofo Chino a quien se le atribuye la frase original, seguramente la
cantidad de pescado disponible en el mundo era tal que no había disputa entre
quienes se dedicaban al noble oficio de la pesca, pero al paso de los siglos a
medida que la población ha ido creciendo en un planeta que no lo hace, el
refrán deja de tener validez práctica.
De ahí la necesidad de
pensar objetivamente cuando de programas de combate a la pobreza se trata.
Considero que aquellas discusiones en torno a que si es bueno, malo o peor que
baje o suba la asignación de los presupuestos gubernamentales a los rubros de
asistencia social, salud, educación y otros destinos, sería más productivo
discutir en qué forma sociedad y gobierno pueden propiciar las condiciones para
que todo el que desee tener una granja de pescados lo pueda hacer en condiciones
de libre competencia y sin intervenciones onerosas del sector oficial que la
mayoría de las veces terminan fortaleciendo formas monopolísticas de
producción.
Para una nación como la
mexicana que es heredera legítima de dos culturas señoriales, monárquicas,
caciquiles, paternalistas –la prehispánica y la hispánica-, muy bien haría
considerar la implementación de vigorosas, ambiciosas, inteligentes políticas
públicas que enseñen a la gente a salir de la pobreza por su propio esfuerzo,
en vez de acostumbrarla a esperar la limosna, la dádiva o el soborno electoral.
Termino con la siguiente
frase: “Yo creo que el mejor medio de hacer bien a los pobres no es darles
limosna, sino hacer que puedan vivir sin recibirla”. La dijo Benjamín Franklin
(1706-1790), estadista, filósofo y científico estadounidense, considerado uno
de los padres fundadores de esa gran nación (que lo sigue siendo a pesar de las
ominosas tendencias de los recientes años) que es la norteamericana.
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