¡Son unos pendejos, pero son “nuestros pendejos” ¡
Edgar
Piña Ortiz
"Tal
vez Somoza sea un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta". Esta
frase la dijo en algún momento de su vida el trigésimo segundo presidente de
los Estados Unidos de América, Franklin D. Roosevelt (1882-1945).
Esta cita atribuida a este
señor podría ser equivalente que “los mexicanos son unos corruptos y
desleales, pero son nuestros”.
Como quiera que sea, si este
personaje regresara de su retiro eterno al actual siglo XXI, al observar lo que
está pasando en nuestro país, seguro arrojaría la frase que encabeza esta nota:
los mexicanos son unos pendejos, pero son nuestros pendejos.
¿Y qué es lo que está pasando en México, preguntará
el lector? Pues bien lo que a nuestro parecer está sucediendo en el país mexica,
va más allá de Ayotzinapa, Cuajimalpa, los mercados negros, las mafias y otros
temas circunstanciales y coyunturales.
La que está en juego es una
economía castigada por la torpeza y la imposibilidad de pensar distinto a lo
que no ha funcionado. Lo que persiste es un sistema político demasiado
comprometido en la preservación de los privilegios de partidos electoreros y
camarillas y ajeno completamente de las políticas públicas que busquen la
inversión productiva, el empleo, la sustentabilidad, el ahorro, la
competitividad y otros importantes objetivos relacionados con el destino de
este país y sus habitantes.
Veamos alguna información
reciente. De acuerdo a un tal Videgaray- lo siento no he tenido el gusto-, a
quien se le identifica como el responsable de las finanzas públicas del país,
las Medidas de Austeridad y Disciplina Presupuestaria para Mantener la
Estabilidad de las Familias Mexicanas, anunciadas recientemente por él mismo,
son un conjunto de acciones a tomar durante 2016, que tienen su origen en tres
factores externos. Estos son la caída de los precios del petróleo, la
volatilidad financiera provocada por el esperado aumento de las tasas de
interés del capital en el vecino país del norte y la desaceleración de la
economía global.
Tomando a la ligera el dato de
que estamos entrando a febrero de 2015 y el plan se prevé llevarse a cabo hasta
el 2016, aceptemos como válido que los causantes de nuestros males y penurias
son entidades foráneas, ajenas,
En el discurso oficial no es
posible encontrar una sola alusión a los errores de gobierno, a la maldita
corrupción que todo lo invade y a una insaciable cleptocracia que gasta
enormidades en una propaganda populista que cuesta a los mexicanos muchos
millones de pesos y que pretende divulgar la grandiosidad de un gobierno que se
lleva el pastel y reparte las migajas que le sobran.
En la comparecencia de rostros
maquillados y poses estudiadas, de las
voces oficiales no cabe la mínima alusión a los insaciables monopolios y
oligopolios públicos y privados, que encarecen la vida productiva del país, al
tiempo que millones de científicos, profesionistas, técnicos y mano de obra
joven y calificada, enfrentan escases de oportunidades de ocupación.
Luego de explicar en qué
renglones de las finanzas públicas habrá recortes, el tal Videgaray (lo siento,
no he tenido el gusto de conocerlo)
informa que los programas de beneficio social como
Prospera NO resultarán afectados por el recorte, además se mantendrán acciones
de subsidio a la vivienda, incentivos a productores del campo, programas de
empleo temporal y presupuestos a universidades públicas.
Si estos son entonces los
destinos del gasto público ni duda cabe que si no todos los mexicanos por lo
menos nuestros gobernantes sí vienen resultando, en el mejor de los casos, unos pendejos y en el más probable unos perversos.
Pensar que programas
asistencialistas del tipo Prospera, subsidios a la vivienda, apoyos al campo,
programas de empleo temporal y más subsidios a universidades públicas, son las
medidas que la economía mexicana requiere para salir del estancamiento y el
atraso, es pensar exactamente igual que siempre, es querer hacer más de los
mismo aunque esté demostrado que no funciona.
Más presupuestos a vivienda
inhabitada por inhabitable, a una
agricultura insustentable y altamente dependiente del subsidio y a
universidades públicas desvinculadas y ajenas a las verdaderas necesidades
productivas, sociales y culturales del país, viene resultando como el cuento
del gato con los pies de trapo y los ojos al revés… ¿quieres que te lo cuente
otra vez?
Cualquier cantidad de recursos
presupuestales, asignados a programas que no logran impactar las tendencias del
crecimiento, la competitividad, la prosperidad que todos deseamos, bien puede
llamarse aberración económica.
Aberración en dos de sus sentidos aceptados por la Real Academia de la Lengua
Española. Uno, que es un grave error del entendimiento y dos que es un acto o
conducta depravados, perversos, o que se apartan de lo aceptado como lícito.
Sí es un grave error del
entendimiento pensar que una sociedad, un país, una unidad económica puede
crecer sin ahorro, productividad y reinversión constante. Es una conducta
depravada, perversa, tirarle un rollo
optimista, lucidor y engañoso, a una audiencia que más que discursos y
noticias, espera oportunidades de ocupación y negocios, a la altura de los
potenciales que ellos mismos, los servidores públicos, muestran mucho afán en
publicitar.
Es un error del entendimiento
pensar que un discurso político puede remediar fallas estructurales y es un
acto verdaderamente perverso provocar que los mexicanos sigan viviendo en un
país atrapado en la pobreza generalizada, la marginación tecnológica, la
inseguridad pública, la criminalidad desbordada y la obsolescencia de la
infraestructura productiva y social, por mencionar sólo algunos de los
múltiples estigmas que nos caracterizan.
Podríamos abundar en
argumentos que demuestren por qué a la
política anunciada se le puede calificar de aberrante, pero en un esfuerzo de
síntesis extrema habremos de mencionar que si el problema fuera escases de
oferta de vivienda, en las ciudades y pueblos no habría tantos fraccionamientos
populares abandonados, vandalizados, destruidos.
Si la solución a la
agricultura mexicana fueran los
subsidios hace muchas décadas seriamos sustentables, competitivos, autosuficientes, bien
alimentados y realmente prósperos.
Si crear empleos temporales
fuera la solución al desempleo y la marginación, desde los tiempos de Luis
Echeverría, hace casi medio siglo, hubiéramos salido del atraso, gracias
aquellos esperpentos programáticos como los caminos de mano de obra y los
PIDERS o programas de desarrollo rural, en los que se gastaron millones de
recursos que trajeron inflación, endeudamiento, devaluaciones y más pobreza.
Si destinar millones a las
universidades estatales fuera la fórmula para el avance, no estaríamos en las
ridículas posiciones en los rankings internacionales de alfabetismo, educación,
competitividad, innovación, sustentabilidad, cultura, transparencia, seguridad
pública, desarrollo y derechos humanos, entre otros indicadores comparativos.
Más de lo mismo, pues, proveniente
de la pandilla posesionada de Palacio Nacional, Los Pinos y otras instituciones
mexicanas. Otra vez la misma canción, pero ahora con twiter e Instagram, de los
perfumaditos -diría Pancho Villa-, que se ostentan como el Poder Ejecutivo
Federal.
Todo lo anterior, da cabida a
que alguien que nos observe del exterior -no solo los presidentes del imperio,
sino cualquier americano capaz de observar lo que nosotros mismos no queremos
advertir-, estaría tentado a decir: los mexicanos son unos pendejos, pero son
nuestros pendejos.
Febrero de 2015
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