Edgar
Piña Ortiz
“En
la ganadería el único que trabaja es el toro”, es una frase repetida inclusive
por los propios ganaderos de Sonora.
Con más de 11 millones de hectáreas dedicadas al monte y
al agostadero, la ganadería sonorense sólo es capaz de inventariar poco más de
millon y medio de cabezas de ganado bovino y constituye actividad
productiva de alrededor de 5, 000 viviendas y miles de predios en el territorio
del estado.
Producto del histórico privilegio jurídico que la hace intocable,
la posesión ganadera es la gran rémora social que sostiene el holgado modo de
vida de unas cuantas familias acaparadoras de extensos latifundios.
Esta fabulosa concentración de
extensiones ganaderas, obstaculiza el aprovechamiento de tierra útil
para el sustento productivo de ranchos, granjas, rancherías y pueblos que de
otra forma vivirían de una explotación económica de los recursos, socialmente
justa, sectorialmente equilibrada y ecológicamente sustentable.
En lugar de inversiones, siembras, obras, cultivos,
alimentos, empleo, sueldos, vida, los predios ganaderos son, salvo las
excepciones destinadas al recreo y la presunción, imágenes de abandono, aridez
y causa directa del deterioro de la flora y fauna silvestre.
El modelo de producción extensiva y esencialmente
depredadora con que se rige la ganadería sonorense, es socialmente nocivo
porque no es capaz de producir la leche, la mantequilla y el queso que demanda
la población residente y visitante del estado.
En la misma forma, la ganadería es una actividad
productiva no integrada porque no genera suficientes y vigorosas cadenas
productivas con la industria, el
comercio y los servicios. De ahí lo exótico que resulta en Sonora, hablar de
industria peletera y zapatera, por recordar lo más obvio.
La industria engordadora sonorense, se encuentra en
posición de franco estancamiento, no porque en el mundo no exista demanda y
gusto por la buena carne, sino porque se enclava en el entorno general de altos
costos y anacrónicos modos de hacer
negocios, que caracterizan la cultura empresarial sonorense.
Comprar vaquillas cargadas y exportar becerros es el
trabajo más “complicado y riesgoso” que temporalmente tienen que desempeñar los
señores ganaderos. Esto les permite
conservar la ventaja de mantener cuentas en dólares en bancos de Estados
Unidos y de visitar las oficinas bancarias locales en busca de avíos baratos en
pesos mexicanos que les eviten repatriar recursos ganados con el sudor...del
toro.
Participantes en
otras actividades y sectores productivos, los dueños del agostadero en
decadencia -- sólo parcialmente regenerado por la bendita lluvia--, alardean de perder en una noche de casino, el
equivalente a la inversión necesaria para construir un productivo establo de
vacas contentas.
Con agrarismo o sin él, bajo modelos proteccionistas o
liberales, con avance tecnológico o no, el sector ganadero constituye herencia
perversa de modos de producción conceptualmente superados, pero
infortunadamente presentes para beneficio privilegiado de una clase que
parasita sobre la mayor parte de la geografía sonorense.
Pero hay vamos los sonorenses a la Expo-Gan, vestidos de
cowboys, botas de víbora de cascabel, camisa a cuadros y, of course, sombrero
30 equis, a sentir el olor de la buñiga y la riqueza, del steak y la cerveza,
mientras que cientos de técnicos, investigadores y profesionistas, conocedores
de pastos, razas, cruces, rendimientos, están desocupados o mal ocupados rumiando la amargura de un país
que no les ofrece empleo y sustento.
La feria ganadera de los sonorenses, falla en la celebración del premio al mejor
método de explotación del monte, pero es eficaz para publicitar a la vedete que
se va a presentar en el palenque. El visitante usual a los corrales de la Unión
Ganadera Regional, no sensibiliza el
valor de un premio al éxito por conseguir la raza más productiva
en nuestro clima y suelo, pero gasta todo el efectivo en la pelea de gallos y
esto es lo que interesa a los patrocinadores del evento.
Manifestaciones, candidatas, bailes, reynas, palenques,
jaripeos, tianguis de polvo y cheve, desvalorizan la importancia de la asamblea, la exposición, la conferencia
técnica, pero en cambio proporcionan
motivación bastante para el jolgorio, el alboroto, el gasto forzado, el
disfrute hueco y la cruda, cortesía ésta
de su marca preferida.
Expo-Gan, la feria orgullo de los sonorenses, la fiesta
ranchera de los ganadores, los ganadores que todos queremos ser, pero que no
podemos, casualmente porque un segmento de la población...ya nos ganó.
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