Por
Edgar Piña Ortiz
Aquella
noche del 1 de julio de 2018, en el número 126 de la calle Chihuahua, en la
colonia Roma de la Ciudad de México, muy pocos simpatizantes tuvieron la
oportunidad de felicitar personalmente al virtual ganador de las elecciones a
la Presidencia de la República para el período 2018-2024, Andrés Manuel López
Obrador.
Una multitud
festiva y regocijada se apretujaba en los alrededores del domicilio y se
extendía hacia al oeste hasta la calle Jalapa y hacia el oriente hasta la
Orizaba. Para las 8 de la noche, patrullas de la Secretaría de Seguridad
Ciudadana de la Ciudad de México, desviaban el tráfico hacia las avenidas
Álvaro Obregón y Guanajuato, ya que era prácticamente imposible contener la
afluencia de visitantes deseosos de estar cerca del candidato vencedor y de ser
posible estrecharle la mano y decirle que siempre habían estado con él, o algo
así.
Eran tantas
las porras y gritos de la concurrencia que en dos ocasiones el que muy pronto
sería presidente electo, salió al balcón del segundo piso a saludar sonriente y
con las manos en alto a la multitud alegre que se apretujaba en el sector. La
razón: que el ungido presidente por el voto popular tenía para no permanecer
mucho saludando a sus seguidores, era que estaba en reunión con sus
coordinadores de trabajo electoral.
Para las 9
de aquella noche de julio, los resultados preliminares indicaban una aplastante
diferencia triunfadora con el resto de los candidatos de los otros partidos y
en los rostros de todos los que le rodeaban no se desdibujada en ningún momento
una sonrisa de felicidad. Nadie parecía estar decidido a abandonar el lugar.
A las 21:30,
minutos más minutos menos, un joven oficial del todavía existente Estado Mayor
Presidencial, se acerca al sonriente López Obrador y le informa que en la planta baja lo
esperan los señores Bruno Rodríguez Padilla y Alfredo Serrano Mancilla, quienes
habían sido citados a esa hora. El político tabasqueño, voltea y encuentra el
rostro de Tatiana Clouthier, a quien le pide que reciba a los visitantes y los atienda
en la oficina que ella ocupaba en la casona de la colonia Roma, con el mensaje
de que pronto estará con ellos. La sinaloense, radicada en Monterrey, ya conoce
a los visitantes y no duda ni un instante en dirigirse a la planta baja a
recibirlos y cumplir las instrucciones del nuevo presidente de la república.
El abogado
cubano Bruno Rodríguez Padilla, Ministro de Relaciones Exteriores, puesto en el
que permanece en la actualidad, trae una calurosa felicitación de Raúl Castro,
entonces jefe del Gobierno Cubano y desea comunicarla personalmente esa misma
noche. Por su parte Alfredo Serrano Mancilla, economista español y asesor de Nicolás
Maduro, Rafael Correa y Evo Morales, tiene que viajar al día siguiente y desea
aprovechar la oportunidad para felicitar al líder de los mexicanos antes de su
partida a España.
Esto sucedió
aquel primero de julio de 2018. A casi dos años de aquello, muchas reuniones y
entrevistas han sostenido los dos personajes con el mandatario mexicano y con
algunos de sus colaboradores y en todas ellas los resultados han sido
notablemente buenos a los intereses de la estrategia para implantar en América y en la misma España
el socialismo del siglo XXI.
Ya en el
2020 y no obstante la semiparalización provocada por la pandemia COVID19, las
conversaciones y entendimientos del gobierno federal mexicano con el canciller
cubano y el ideólogo español, se han reflejado en el avance acelerado de la
agenda actualizada del Foro de Sao Paulo, cuyo objetivo en nuestro país es la
implantación de la Cuarta Transformación y cuyo modelo es el ya mencionado
socialismo del siglo XXI.
En la
actualidad, además de la publicación de libros con la firma de López Obrador,
como lo son La Salida, Pejenomics y
Hacia una Economía Moral, el trabajo de Serrano se ha reflejado en iniciativas
legislativas, discursos y por supuesto en las ocurrencias de las mañaneras. En
el terreno de las acciones, destacan docenas de miembros de las fuerzas armadas
y de la Guardia Nacional tomando cursos de entrenamiento militar, espionaje y
recopilación y análisis de información en la Escuela Militar Superior
Comandante Arides Estévez Sánchez en las afueras de La Habana. En la misma
forma, sobresale la llegada a nuestro país de ciudadanos cubanos etiquetados
como médicos, con la misión aparente de prestar sus servicios en momentos
críticos para los mexicanos.
Cuando todo
esto estaba sucediendo en Venezuela hace algunos años, los grandes empresarios
y la gente acomodada aceleraban sus planes de salir de ese país, ya sea a
España o a la Florida, principalmente. Las clases populares, por su parte, trataban
de ganarse una despensa o un estímulo monetario, apoyando primero a Chávez y
luego a Maduro. Las clases medias, profesionistas, pequeños y medianos
empresarios, por otro lado, pensaban que era difícil que las acciones de
gobierno les afectara sus intereses, su nivel de vida, sus expectativas
personales y familiares.
Hoy, en ese
país sudamericano, la clase acomodada ya no existe, las clases medias están en
proceso de emigración a Colombia, Panamá, Brasil, México y otros países y las
clases populares son las que salen en las fotos llenando los espacios
maduristas, aplaudiendo sus discursos y extendiendo la mano para recibir una
dádiva o buscando residuos comestibles en los botes de basura de los militares
y burócratas bolivarianos a quienes todavía no les afecta la peste roja, la
plaga socialista.
Hoy en
México, en nuestro país, azotado por un virus que nos tiene semi paralizados,
encerrados, impacientes, desconcertados, no alcanzamos a entender, a
interpretar, a manejar lo que está sucediendo. Tenemos diferencias importantes
con los países hermanos de Centro y Sudamérica: somos más habitantes, estamos
más cerca del Imperio Capitalista y nuestra cultura y economía son más
diversificadas. Eso es cierto. Pero, a final de cuentas estamos en las mismas
manos, bajo las mismas mentes perversas que han llevado Cuba, a Venezuela, a
Nicaragua, a Argentina y a otras naciones, a los terribles escenarios del
desempleo, la pobreza, el hambre, la manipulación, el engaño, la tiranía, la
represión sangrienta, la pérdida de
libertad, la enfermedad y la muerte.
A diferencia
del viejo cuento de Pedro y el lobo, en el que el pastor bromista perdió a sus
ovejas en las fauces de la hambrienta fiera, en el México de hoy las voces que
se escuchan no están bromeando y el lobo ya empezó a devorar corderos…y sin
embargo, mientras no sean tus borregos piensas que no hay de que ocuparse. Pero el lobo, ahí está todas las mañanas,
diciendo que le gusta devorar carneros.
¿No lo
escuchas?
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