martes, 26 de mayo de 2020

México bajo ataque socialista




Por Edgar Piña Ortiz

Aquella noche del 1 de julio de 2018, en el número 126 de la calle Chihuahua, en la colonia Roma de la Ciudad de México, muy pocos simpatizantes tuvieron la oportunidad de felicitar personalmente al virtual ganador de las elecciones a la Presidencia de la República para el período 2018-2024, Andrés Manuel López Obrador.

Una multitud festiva y regocijada se apretujaba en los alrededores del domicilio y se extendía hacia al oeste hasta la calle Jalapa y hacia el oriente hasta la Orizaba. Para las 8 de la noche, patrullas de la Secretaría de Seguridad Ciudadana de la Ciudad de México, desviaban el tráfico hacia las avenidas Álvaro Obregón y Guanajuato, ya que era prácticamente imposible contener la afluencia de visitantes deseosos de estar cerca del candidato vencedor y de ser posible estrecharle la mano y decirle que siempre habían estado con él, o algo así.

Eran tantas las porras y gritos de la concurrencia que en dos ocasiones el que muy pronto sería presidente electo, salió al balcón del segundo piso a saludar sonriente y con las manos en alto a la multitud alegre que se apretujaba en el sector. La razón: que el ungido presidente por el voto popular tenía para no permanecer mucho saludando a sus seguidores, era que estaba en reunión con sus coordinadores de trabajo electoral.

Para las 9 de aquella noche de julio, los resultados preliminares indicaban una aplastante diferencia triunfadora con el resto de los candidatos de los otros partidos y en los rostros de todos los que le rodeaban no se desdibujada en ningún momento una sonrisa de felicidad. Nadie parecía estar decidido a abandonar el lugar.

A las 21:30, minutos más minutos menos, un joven oficial del todavía existente Estado Mayor Presidencial, se acerca al sonriente López  Obrador y le informa que en la planta baja lo esperan los señores Bruno Rodríguez Padilla y Alfredo Serrano Mancilla, quienes habían sido citados a esa hora. El político tabasqueño, voltea y encuentra el rostro de Tatiana Clouthier, a quien le pide que reciba a los visitantes y los atienda en la oficina que ella ocupaba en la casona de la colonia Roma, con el mensaje de que pronto estará con ellos. La sinaloense, radicada en Monterrey, ya conoce a los visitantes y no duda ni un instante en dirigirse a la planta baja a recibirlos y cumplir las instrucciones del nuevo presidente de la república.

El abogado cubano Bruno Rodríguez Padilla, Ministro de Relaciones Exteriores, puesto en el que permanece en la actualidad, trae una calurosa felicitación de Raúl Castro, entonces jefe del Gobierno Cubano y desea comunicarla personalmente esa misma noche. Por su parte Alfredo Serrano Mancilla, economista español y asesor de Nicolás Maduro, Rafael Correa y Evo Morales, tiene que viajar al día siguiente y desea aprovechar la oportunidad para felicitar al líder de los mexicanos antes de su partida a España.

Esto sucedió aquel primero de julio de 2018. A casi dos años de aquello, muchas reuniones y entrevistas han sostenido los dos personajes con el mandatario mexicano y con algunos de sus colaboradores y en todas ellas los resultados han sido notablemente buenos a los intereses de la estrategia  para implantar en América y en la misma España el socialismo del siglo XXI.

Ya en el 2020 y no obstante la semiparalización provocada por la pandemia COVID19, las conversaciones y entendimientos del gobierno federal mexicano con el canciller cubano y el ideólogo español, se han reflejado en el avance acelerado de la agenda actualizada del Foro de Sao Paulo, cuyo objetivo en nuestro país es la implantación de la Cuarta Transformación y cuyo modelo es el ya mencionado socialismo del siglo XXI.

En la actualidad, además de la publicación de libros con la firma de López Obrador, como lo son La Salida,  Pejenomics y Hacia una Economía Moral, el trabajo de Serrano se ha reflejado en iniciativas legislativas, discursos y por supuesto en las ocurrencias de las mañaneras. En el terreno de las acciones, destacan docenas de miembros de las fuerzas armadas y de la Guardia Nacional tomando cursos de entrenamiento militar, espionaje y recopilación y análisis de información en la Escuela Militar Superior Comandante Arides Estévez Sánchez en las afueras de La Habana. En la misma forma, sobresale la llegada a nuestro país de ciudadanos cubanos etiquetados como médicos, con la misión aparente de prestar sus servicios en momentos críticos para los mexicanos.

Cuando todo esto estaba sucediendo en Venezuela hace algunos años, los grandes empresarios y la gente acomodada aceleraban sus planes de salir de ese país, ya sea a España o a la Florida, principalmente. Las clases populares, por su parte, trataban de ganarse una despensa o un estímulo monetario, apoyando primero a Chávez y luego a Maduro. Las clases medias, profesionistas, pequeños y medianos empresarios, por otro lado, pensaban que era difícil que las acciones de gobierno les afectara sus intereses, su nivel de vida, sus expectativas personales y familiares.

Hoy, en ese país sudamericano, la clase acomodada ya no existe, las clases medias están en proceso de emigración a Colombia, Panamá, Brasil, México y otros países y las clases populares son las que salen en las fotos llenando los espacios maduristas, aplaudiendo sus discursos y extendiendo la mano para recibir una dádiva o buscando residuos comestibles en los botes de basura de los militares y burócratas bolivarianos a quienes todavía no les afecta la peste roja, la plaga socialista.

Hoy en México, en nuestro país, azotado por un virus que nos tiene semi paralizados, encerrados, impacientes, desconcertados, no alcanzamos a entender, a interpretar, a manejar lo que está sucediendo. Tenemos diferencias importantes con los países hermanos de Centro y Sudamérica: somos más habitantes, estamos más cerca del Imperio Capitalista y nuestra cultura y economía son más diversificadas. Eso es cierto. Pero, a final de cuentas estamos en las mismas manos, bajo las mismas mentes perversas que han llevado Cuba, a Venezuela, a Nicaragua, a Argentina y a otras naciones, a los terribles escenarios del desempleo, la pobreza, el hambre, la manipulación, el engaño, la tiranía, la represión sangrienta,  la pérdida de libertad, la enfermedad y la  muerte.

A diferencia del viejo cuento de Pedro y el lobo, en el que el pastor bromista perdió a sus ovejas en las fauces de la hambrienta fiera, en el México de hoy las voces que se escuchan no están bromeando y el lobo ya empezó a devorar corderos…y sin embargo, mientras no sean tus borregos piensas que no hay de que ocuparse.  Pero el lobo, ahí está todas las mañanas, diciendo que le gusta devorar carneros.

¿No lo escuchas?





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