Por
Edgar Piña Ortiz
El próximo
viaje del presidente AMLO a la capital del imperio yanqui, los días 8 y 9 de
julio puede observarse desde muchos puntos de vista. Nos referiremos sólo a
algunos de ellos.
El más
notable, es el que se relaciona con el momento,
la coyuntura, las condiciones prevalecientes en los dos países.
Al inicio del
segundo semestre de 2020, las dos naciones
se encuentran en el ascenso incontrolable de una curva de contagios y
mortalidad, provocados por la pandemia COVID-19, que se puede comparar con un
túnel oscuro y prolongado cuya luz al final nadie se atreve a pronosticar.
Como en
cualquier guerra, el supuesto básico sería que los presidentes dedicaran su
tiempo y esfuerzo a sacar adelante las economías y la salud de los habitantes y
un poco menos a pensar en reelecciones y encuestas de popularidad. Pero, ahí
están los dos presidentes con ánimos reeleccionistas puestos a tomar el pódium
del palacio blanco en el 1600 de la avenida Pennsylvania, en la capital de la
Unión Americana.
Enseguida
viene el de los temas probables a tratarse en la visita. El presidente Trump, a
su estilo, no ha demorado en revelar los temas que le interesan y que no son
nada nuevos. Narco-tráfico-terrorismo, migraciones masivas y amenazantes para
la nice society de Norteamérica y la
guerra comercial, arancelaria, promovida por el corporation
power cabildeando permanentemente en la Casa Blanca y en el palacio de
Capitol Hill en Washington, D.C.
Acá en
nuestro país, las noticias provenientes del Gran Teocalli de la CEDEMEX, solo
hablan del T-MEC y de la defensa de una dignidad y soberanía que encandilan por
su ausencia.
El T-MEC,
opinan los expertos, como todo esfuerzo humano de concertación, tiene ventajas
y desventajas, tiene aciertos, amenazas y oportunidades para los tres países y
parece no haber posibilidad alguna de mejorarlo en el corto plazo, puesto que
apenas empieza a caminar. Por ello, la conversación deberá girar sobre los
mismos temas: porcentajes de integración industrial y cadenas regionales de
valor, energéticos, derechos de propiedad, condiciones salariales y laborales; y
seguridades para la inversión y las empresas, por mencionar los más
publicitados.
El siguiente
aspecto a considerar por el momento es
el que se refiere a los antecedentes de personalidad e intereses personales de
los mandatarios.
No es
necesario poner sobre la mesa la
colección abundante de insultos, denostaciones, amenazas, bravuconadas del
presidente Trump para México y los mexicanos y al momento no resulta difícil encontrar indicios de que su actitud,
conductas y expresiones, siguen la misma tónica, como lo ilustra el hecho que
para empezar el visitante y jefe del Estado Mexicano no habrá de ser alojado en
la residencia oficial en que se hospedan las personalidades que visitan la Casa
Blanca sino en un hotel por ahí, según informa el embajador de ese país en el
nuestro.
En sus casi
setenta años de edad y sus cincuenta de campaña electoral, el ahora presidente AMLO, ha utilizado un discurso, una
ideología, una propuesta identificadas definitivamente con la izquierda
socialista, nacionalista, anticapitalista y antiimperialista. De acuerdo con
todo esto, existen materiales periodísticos en los que el personaje se ha mostrado
muy picudo en contra de su homólogo norteamericano y hasta uno de los libros
que le han escrito, “Oye Trump”, creo se titula, se refiere a poner en su lugar al fanfarrón
de la Casa Blanca. Sin embargo, muy estilo pejelagarto, sus explicaciones recientes hablan de cooperación,
amistad, respeto, soberanía y esas
cosas, que encandilan por su ausencia.
La pregunta surge: ¿por qué ese cambio de
actitud, de discurso? ¿Qué hay detrás de la decisión de no confrontar, no
exigir y por qué esa decisión de viajar y entrevistarse con el soberbio
presidente que le dice “amigo” a López, al tiempo que lo cita en su casa para
tomarse unas buenas fotos e inundar por unos días la media norteamericana, la
cual seguro llega a más de 30 millones de méxico-americanos y a muchos más del preponderante
segmento WASP (White Anglo-Saxon Protestants) de la población estadounidense.
Los dos segmentos celebrarán con júbilo el que su presidente imponga el interés
de la great america sobre Mexicanos, Chinos
y Centroamericanos, principalmente.
Empresas
pequeñas, medianas y grandes al igual que sus organizaciones sindicales y
profesionales, saborean con agrado las noticias que significan la disminución de las ventajas
comparativas espurias de salarios, prestaciones
y condiciones de trabajo que tiene México, el socio débil del T-MEC,
frente a los socios ricos del norte. Estos segmentos de la población también
cabildean, también votan, también influyen en las elecciones. Seguro van a
estar contentos con las palabras triunfalistas del presidente de la cabellera
amarilla, en los noticiarios en todo el país gabacho.
Mientras
tanto, acá en nuestro terruño el ánimo, la expectativa, las demandas de sus
habitantes están vinculadas a una economía semiparalizada y en busca de nuevas
formas de operar y a una sociedad angustiada, inmovilizada, amenazada,
lastimada, enferma, diezmada, en agonía.
En estas
condiciones, ¿qué negocios tiene el Rey
de las Mañaneras del zócalo capitalino en el hermoso Distrito de Columbia --en
la ribera del río Potomac, entre los estados de Maryland y Virginia--, cuando
acá los sistemas de salud están colapsados y las administraciones locales no
atinan a gobernar con acierto y sensatez? ¿Por qué en vez de ir a charlar sobre
beisbol en los confortables sillones de la Casa Blanca, el nuevo Tlatoani no se
concentra en resolver carencias en las zonas críticas por la enfermedad del
coronavirus aquí en nuestro país?
Las
intenciones del presidente número 45 de los Estados Unidos de Norteamericana
son más que evidentes: desea seguir viviendo en el Distrito de Columbia y si
para ello es provechoso recibir al presidente de los bad
hombres del sur del rio Grand,
pues tráiganmelo para acá. Pero, ¿cuál es el provecho, la ganancia, el interés
para nuestro hombre?
Esta es
nuestra hipótesis.
Empeñado por
sí mismo en su llamada Cuarta Transformación -- con la cual sueña figurar en
los altares de la patria sudamericana junto a Juárez, Bolívar y Fidel Castro--
y empujado por los creadores del Foro de Sao Paulo --cuyos planes acelerados
consisten en enquistarse en el rico territorio mexicano para vivir bien y a sus
expensas--, el hombrecito de Macuspana, Tabasco, piensa que no es momento de
oponerse a los deseos del neoyorquino poderoso
y show man metido a político y
correr el riesgo de enemistarse con él y sufrir las consecuencias de su ira,
poniendo en riesgo su permanencia en el Gran Teocalli.
De otra
forma no se explica la forma ignominiosa, abyecta, humillante de agarrar un
vuelo comercial, aterrizar en el Dulles International Airport, hospedarse en un
hotel tres estrellas y esperar las blazers del servicio secreto para ir a
reunirse con el hombre de la soberbia a flor de piel que quiere reelegirse.
Usted amigo,
amiga ¿Qué opina?
El encuentro de os Narcisos. Uno de extrema derecha y el otro de extrema izquierda. Me gusta la hipótesis personal y coincido con ella.
ResponderEliminarExacto es buena descripción. Dos populistas en busca de la reelección y los dos son extremistas.
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