jueves, 23 de marzo de 2017

La parasitosis del ISSSTESON

Por
 Edgar Piña Ortiz


La pésima calidad en el servicio de farmacia y medicamentos, que en  otras épocas constituyó una severa crisis de salud para el Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado de Sonora  (ISSSTESON), desde que inició la administración de Claudia Artemisa Pavlovich (2015-2021), las crisis se han convertido en endemia, es decir que el padecimiento se ha mantenido durante un periodo de tiempo prolongado y, según la sintomatología visible, no hay expectativas de mejoramiento.

Ni hablar de los servicios de hospitalización, cirugías, endoscopías, odontología, maternidades y urgencias, por mencionar algunas, de las cuales no podemos opinar, porque afortunadamente no hemos tenido necesidad de utilizarlos, pero de que no son de primera, ni de segunda y ni tal vez de tercera categoría, de eso sí podemos estar seguros.

Muchas veces he hecho mis propios cálculos de los descuentos quincenales al salario, que a nombre de ISSSTESON opera mi centro de trabajo, y estoy en condiciones de demostrar a quien se pudiera  interesar, que con mis aportaciones podría pagar cómodamente una visita médica mensual y una dotación de medicamentos idóneos para el cuadro de diagnosis repetitivo, en cualquier otra institución privada, por más cara que sea su fama.

No, no soy caso único. El perfil de trabajador derechohabiente afiliado a este Instituto de salud, se multiplica por miles en el aparato de la administración estatal, y las sumas de sus aportaciones, créamelo, no son unos cuantos miles de pesos, sino cantidades enormes que son succionados por un organismo enfermo, obeso, anquilosado y que no logra cumplir con su función, precisamente porque está invadido de parásitos, algunos azules, otros rojos, otros miméticos, pero todos muy eficientes para succionar los recursos que provienen del trabajo de los afiliados.

Pongo aparte a muchos empleados de oficina, trabajadores manuales, médicos, enfermeras, técnicos, especialistas, a quienes, les suda el uniforme para atender a tanto derechohabiente, trabajadores, proveedores, jubilados, arancelados, etc. Ellos no pueden ser considerados como nocivos porque su trabajo los defiende, y como en todo cuerpo humano, son la parte buena, productiva, vigorizante, que sostiene con su esfuerzo el funcionamiento del organismo.

Pero ahí están los parásitos, los succionadores del recurso ajeno, del trabajo de otros. Ahí están estos anquilostomas,  gusanos que empezaron su ciclo vital fuera del organismo y llegaron a él por medio de un compadrazgo, gratificación por trabajo partidario, parentesco con alguien de allá arribita, o por simple golpe de suerte del destino.

Cada vez que un paciente sale entusiasmado de la consulta médica con un juego de recetas y se estrella con la insensibilidad del empleado de farmacia, que lo único que hace es convertirlas en vales con vencimientos perentorios, el derechohabiente enfrenta la fachada grotesca de la corrupción, de la enfermedad parasitaria que tiene invadida al organismo desde tiempo inmemorial.

En cada esfuerzo, en cada viaje, en cada entrada a las farmacias propias o subrogadas del ISSSTESON, que el afiliado hace para conseguir el medicamento o material de curación que requiere para mejorar su salud y por el cual ya pagó por adelantado, recibe el tufo de la enfermedad que provocan los trematodos platelmintos, que se disputan los contratos de proveeduría al organismo, pero que luego no cumplen porque el Instituto “no les paga”.

Además del infalible descuento quincenal, que incluye una buena cantidad para infraestructura hospitalaria, por cierto, el trabajador afiliado debe de encarar los gastos de traslado, riesgos de tránsito, ausencia de estacionamiento,  tiempo de espera, filas y caras de palo, rostros de “hazle como quieras” del empleado, para terminar en una farmacia no afiliada, comprando el medicamento que luego resulta que tiene un precio de treinta pesos la caja con 14.

La parasitosis aguda del ISSSTESON es permanente, perniciosa y contraproducente para los propósitos de una administración pública estatal que a casi tres años de oportunidades de sanear al organismo, no le queda margen para culpar a los parásitos del sexenio anterior, sean de los muy poquitos encarcelados o de los muchos que andan sueltos huyendo o pegados a una ubre con fuero, perfume y gastos pagados, como la anterior directora del Instituto.

Las entamoebas histolyticas que tienen enfermo al ISSSTESON se encuentran a sus anchas en todos sus establecimientos y no son visibles los esfuerzos de quienes serían indicados para sanear la institución. Ni la ejecutiva estatal, ni los encargados del sector salud, tampoco los sindicatos –uf los irreprochables, impolutos, transparentes sindicatos-; ni los organismos defensores de los niños, los jóvenes, los adultos y las mujeres, y mucho menos  los propios trabajadores explotados quincenalmente. Total, los derechohabientes del ISSSTESON somos orgullosamente sonorenses y no se nos da, pelear por los derechos, aun cuando se trate de uno de los más básicos: la salud.

Por lo mismo, está bien pasear el bonche de vales por todas las farmacias o pagar por los medicamentos de tu debilitado ingreso quincenal. Dicen que no hay que moverse porque te pueden hacer cirugía laboral de cuello. Más vale quedarse quietecitos. ¿Usted lector qué piensa?

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