miércoles, 9 de marzo de 2022

 

El IDOLO DE BARRO

Edgar Piña Ortiz

 



Ahí está a toda hora, en todo canal de TV, en cada noticia de prensa, en todas las redes sociales y en todas las conversaciones de la gente.

Su  pelo blanco, su piel  color de barro, sus ojillos vidriosos. Sus comisuras pronunciadas hacia abajo, como las de los muñecos de ventrílocuo. Sus gestos y ademanes repetitivos y sus palabras pausadas, lentas, cansinas.

¿Y sus mensajes?

Bueno, su mensaje, más bien, su propaganda repetida hasta el hartazgo es muy simple: todo lo malo que sucede en el reino bananero, es culpa de los adversarios, los contrarios, los conservadores, los enemigos.

Pero todo por servir se acaba. Tanto va el cántaro al pozo que un día se quiebra. Si hay muchos, muchísimos muertos todos los días, colaterales del negocio del narco, del tráfico de personas, de armas y de toneladas de veneno, es culpa de los conservadores anteriores que estaban coludidos con las mafias.

Si pega un ciclón en el sureste del país, es parte del plan de los conservadores para crearle problemas a su gobierno y a la continuación de la cuarta transformación.

Si se publica algo escandaloso de su familiares, sus colaboradores, sus amigos, sus cómplices, no es para tanto dice el ídolo maquillado en ocre, los anteriores robaban más y nadie decía nada.

Si cientos de mujeres son abusadas, violadas o asesinadas no es culpa de las mafias y de las corporaciones militares, policíacas y judiciales, sino de  los que perdieron sus privilegios y quieren crearle problemas al paraíso de la esperanza y la pobreza generalizada.

Pero el elemental razonamiento,  la maniquea visión de nosotros y ellos, la excusa trivial, el pretexto enclenque, la distracción marrullera; el gesto irónico, perverso, falsamente divertido, se están desgastando cada vez.

Las palabras de tanto usarse tienden a perder significado y con el envejecimiento dejan de tener el efecto esperado. Por las comisuras de su boca, al ídolo perverso se le escapa la malsana sustancia de que está hecho.

En su cuerpo desvencijado se refleja el efecto del deterioro, la erosión, el derretimiento de su estructura, producto de carecer de alimento sano, de algo positivo, constructivo, creativo, redituable socialmente y emocionalmente  reconfortante.

Los trucos recomendados, sugeridos e implementados por sus protegidos caribeños, no le funcionan, son intrascendentes, huecos, inútiles y topan con frecuencia con la carencia de recursos. Lógico, si tienen sofocada la economía no puede haber flujo sostenido de impuestos que cubra los gastos billonarios de las fuerzas armadas, los megaproyectos fallidos, los programas sociales manejados con las garras de la corrupción, las estructuras burocráticas obesas y crecientes, las huestes partidistas hambrientas y sedientas.

El disco está rayado, decíamos antes cuando el acetato giraba sobre las mismas líneas y repetía hasta el cansancio las mismas letras. El discurso está agotado y no alcanza a tapar la realidad que se interpone entre la burbuja de palacio nacional y un país, una nación, una república que está viviendo una de sus etapas más difíciles de su nada fácil historia.

El ídolo de barro se derrite.                         

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario