miércoles, 17 de diciembre de 2014
MITOCLASTA: CRÓNICAS PARALELAS: TLATELOLCO Y AYOTZINAPA
MITOCLASTA: CRÓNICAS PARALELAS: TLATELOLCO Y AYOTZINAPA: Crónicas paralelas: Tlatelolco y Ayotzinapa. ¡Cuidado con las consecuencias! Edgar Piña Ortiz La noche del 23 de septiembre ...
sábado, 15 de noviembre de 2014
CRÓNICAS PARALELAS: TLATELOLCO Y AYOTZINAPA
Crónicas paralelas: Tlatelolco y Ayotzinapa.
¡Cuidado con las consecuencias!
Edgar
Piña Ortiz
La noche del 23 de septiembre de 2014, 43 estudiantes de
una escuela pública normal de Ayotzinapa, municipio de Iguala, en el estado
mexicano de Guerrero, a bordo de camiones de servicio público que ellos mismos
habían secuestrado, fueron capturados por policías municipales.
Desde entonces no existe
certeza de su paradero, excepto por el hallazgo de restos humanos calcinados
que hasta el momento de escribir esto, se desconocen sus resultados de exámenes de
laboratorio, que constituyan pruebas de que se trata de los desaparecidos.
La tarde del 2 de octubre de
1968, cientos de estudiantes universitarios, politécnicos, normalistas y
preparatorianos, fueron masacrados en la Plaza de las Tres Culturas en la
Unidad Habitacional Tlatelolco, en la capital federal de la república Mexicana.
El México de 1968, era un
país que, muy cerca de la realización de la XIX Olimpiada Mundial, era dominado
por un partido político que se publicitaba como institucionalizador de una
revolución armada que buscó cambiar una dictadura feudal y aristocrática, por
un gobierno democrático de campesinos, obreros y clase populares.
Mientras la inmensa mayoría
de la población mexicana se entretenía con las figuras olímpicas durante los
juegos y meses posteriores, en las cárceles, cuarteles y mazmorras de las
policías de aquellos años, se realizaban procesos de eliminación de agitadores
indeseables para el sistema político y encarcelación de quienes no convenía
fueran aniquilados.
En los años siguientes,
habría de venir una etapa de sosiego estudiantil que fue aprovechado por el
sistema educativo oficial para apropiarse de la mentalidad y el destino de
funcionarios, profesores y empleados de instituciones educativas de todos los
niveles, principalmente preparatorias,
universidades y tecnológicos.
Con cuantiosos volúmenes de
inversión pública en edificios, aulas, laboratorios e instalaciones deportivas
y enormes presupuestos de operación, el gobierno federal fue eficaz en
controlar el descontento previo y el disentimiento ideológico del recurso
humano adherido el sistema educativo.
Con ello, la revolución socialista se concentraba en las aulas y cubículos y se enfocaba a la preservación de una filosofía que encontraba sus fuentes teóricas, conceptuales y metodológicas en el marxismo-leninismo, cuyo fracaso se evidenciaba con el desplome del bloque socialista, pero inexplicablemente seguía teniendo una clientela enorme en los cien millones de mexicanos de finales del siglo pasado.
Con ello, la revolución socialista se concentraba en las aulas y cubículos y se enfocaba a la preservación de una filosofía que encontraba sus fuentes teóricas, conceptuales y metodológicas en el marxismo-leninismo, cuyo fracaso se evidenciaba con el desplome del bloque socialista, pero inexplicablemente seguía teniendo una clientela enorme en los cien millones de mexicanos de finales del siglo pasado.
Cuarenta y seis años
después, el número de años suficientes para que un individuo alcance la
madurez, la sociedad mexicana, todavía inmadura, se entera de la masacre de Ayotzinapa.
Pero este suceso, al igual
que el de Tlatelolco en 1968, no es un acontecimiento de generación espontánea
producto de la casualidad, sino una emergencia
sistémica generada en la caja
negra donde se procesan los insumos multifactoriales provenientes de la
economía, la política, la cultura y la sociedad. Esta generación sistémica, output,
producto holístico diferente de las partes que lo integran, se expresa en el homicidio masivo de medio
centenar de jóvenes veinteañeros, la misma edad de los que fueron asesinaron en
la Plaza de las Tres Culturas del Distrito Federal.
Para decirlo de otra forma,
la masacre de Ayotzinapa, no es un accidente, no es sólo la consecuencia de un
error humano, es una escena representativa más de una secuencia, un proceso de
descomposición social que involucra elementos de ingobernabilidad, crimen,
corrupción, instituciones dominadas por el narco, pobreza, complicidad a los
más altos niveles, violación o elusión sistemática de las leyes y otros
ingredientes no menos importantes.
La sangrienta noche de
Tlatelolco, fue la culminación violenta y sofocadora de un movimiento que había
arrancado con la represión feroz de un conflicto callejero entre estudiantes de
distintas escuelas de la ciudad de México. Sin embargo, el proceso que se
desencadenó, incluyendo otras acciones violentas como la llamada el halconazo del jueves de Corpus de 1971,
hunde sus raíces en las condiciones de un país, una economía que había venido
creciendo pero dejando en su trayectoria una población materialmente marginada
y políticamente indefensa ante un gobierno cerrado, autoritario, injusto,
poderoso y muy reaccionario.
El México de 2014, 46 años
después de la Noche de Tlatelolco, corresponde al de un país sumido en el
estancamiento económico, la inequidad en la distribución del producto entre los
factores de la producción, la inseguridad, la violencia generalizada y el crimen a todos los niveles.
En el México de los años
setentas no existían la cultura y el
poder del narco, o al menos no con la relevancia de hoy en día. El México de
hoy es uno donde la economía informal, los mercados negros, grises y rojos,
constituyen fuerzas que sobrepasan con mucho a lo formal, lo legal, lo legítimo
y mientras más se mezcla lo lícito con lo ilícito, mientras más se infiltra el
crimen en las instituciones, más preponderancia alcanza este último en el
gobierno y en la sociedad.
El sistema político que
regía la economía y la población del último tercio del siglo XX, era el de una
dictadura perfecta de grupos y personajes que se heredaban el poder en las
condiciones de un gobierno y un partido político único, que no tenían mucho porque
ocuparse de la oposición, puesto que prácticamente ésta no existía.
El impacto político del 2 de Octubre de 1968 fue de un apertura electoral controlada y dosificada que llevó al país, ya en el siglo XXI, a una partidocracia que implicó una alternancia en los poderes federales, provinciales y locales, cuyo distintivo parece ser la certidumbre de que los diferentes partidos se disputan el primer lugar en cleptocracia, ineficiencia, ingobernabilidad, impunidad, podredumbre y corrupción.
El recurso predilecto de los
gobernantes federales del México posterior a 1968, fue el populismo, el gasto
público deficitario e inflacionario, crecimiento pobre y errático plagado de
devaluaciones, crisis, inflaciones y exacciones fiscales desbordadas. La
consecuencia de las políticas públicas reales aplicadas, no las anunciadas, fue
la consolidación de los monopolios, duopolios y oligopolios privados
fabricantes de billonarios de rango
mundial.
Los cambios realizados por
el poder gubernamental como respuesta a lo de Tlatelolco, se reflejaron en empresas
públicas acaparadoras - petróleo, electricidad, salud y seguridad social,
principalmente-, ineficientes, onerosas y de efectos demoledores en la productividad
y la competitividad.
En la misma forma, producto
destacado de esa decisión de cambio, fue el afianzamiento de un sindicalismo
corrupto, cínico, solapador de abusos e ineficiencias, arrodillado ante los
patrones, pero manipulador y represor de los agremiados que se supone debe
defender.
Por su parte la política
económica real de los sexenios
posteriores al Movimiento Estudiantil del 68, llevó a una apertura
comercial y financiera que tuvo como consecuencia la desaparición de lo que
había sido un modelo de desarrollo estabilizador y que descansaba en unos sectores primario, secundario y terciario
protegidos y subsidiados.
La apertura comercial y financiera con los socios
naturales, Estados Unidos y Canadá, llevó a la instalación de nuevas
modalidades de dependencia frente al exterior, que se caracterizan por una
agricultura, ganadería, pesca y minería extractivas y depredadoras de los
recursos naturales y una enorme
actividad maquiladora que genera empleo, sí, pero sus planes de negocios
son ajenos a las necesidades internas del desarrollo y la sociedad Mexicana.
La presencia de la economía
roja del narcotráfico en el México de 2014, por lo que hasta ahora se puede
percibir, seguramente habrá de conducir al país a una etapa prolongada de
inseguridad, crimen, violencia, terror y mortandad generalizada. La ineficacia
que muestra el gobierno, en sus tres niveles y en sus tres poderes
constitucionales, para controlar las fuerzas de los grupos radicales y la
cabeza de la hidra de las mafias del narco, sólo permite perfilar escenarios entrópicos,
es decir aquellos en que los sistemas
humanos se caracterizan por el desorden, el estancamiento o el retroceso.
El bajo crecimiento del
producto, la polarización de las clases sociales, la coexistencia paradójica de
unos cuantos billonarios en medio de millones de miserables, hambrientos e
ignorantes; la presencia de unas clases medias y populares conformistas,
indiferentes, inamovibles de sus mediocres zonas de confort, sólo puede
significar la prolongación indefinida de una sociedad conflictuada,
mediatizada, controlada, extorsionada, atropellada, subyugada.
Pero si los insumos masivos
de 1968 fueron contingentes con pancartas, volantes y altoparlantes, los del
2014 son individuos encapuchados, armados, desafiantes, violentos y
destructores.
Si en los años posteriores
al 68 el sistema liberó a los líderes y dirigentes estudiantiles y luego los
integró a las instituciones educativas, a los partidos políticos, a los órganos
legislativos y de gobierno, con todo y sus
flujos presupuestarios correspondientes, en el 2014 y años que le
sucedan no está tan claro de qué forma se neutralizará el activismo de los
líderes ahora desconocidos, sin nombre,
sin rostro y sin ubicación precisa, al menos para la opinión pública.
En el México posterior a la
noche de Ayotzinapa, tampoco parece
haber soluciones viables para combatir, neutralizar, asimilar o eliminar a
cientos, miles de encapuchados ostentando machetes y garrotes, al tiempo que
ocultan seguramente armas de fuego entre sus ropas. ¿Serán ellos y sus
dirigentes ocultos los que tomen y gobiernen los municipios, los estados?
La respuesta de los
gobiernos posteriores al golpe represivo del 68, fue la alimentación y engorda
de un sindicalismo de ideología en favor del trabajador y de los pobres, pero en disfrute pleno de estilos burgueses, y
en algunos casos faraónicos, de vida. Fue también la multiplicación,
crecimiento y cooptación de universidades, colegios, centros e institutos,
cuyos integrantes entusiastamente ocupados en cada vez mejores niveles
salariales y en mayor cantidad de prestaciones, sólo en el discurso han dado cabida
a la preocupación por los que menos tienen.
El riesgo es la continuación
de una economía atrasada de lento crecimiento, generadora de desempleo,
marginación, pobreza, mugre y podredumbre. La amenaza que se cierne sobre México
es la de un gobierno más armado, más violento, más represor, más insolente e
intolerante, más encerrado, más criminal.
Tlatelolco llevó al país a
lo que es hoy. Crecimiento inequitativo en favor del capitalismo de compadres y
en detrimento del factor trabajo y los recursos naturales. Prosperidad desbalanceada sectorialmente que castiga la
actividad primaria y la industria propia, al tiempo que premia la industria
maquiladora, los servicios no esenciales, al capital y al sistema bancario que
lo controla. La contraofensiva del sistema político mexicano también llevó al
país a indicadores de competitividad, de bienestar, de transparencia, de
derechos humanos, de desarrollo, mediocres o bajos en el concierto de las
naciones del mundo.
Después de Ayotzinapa, si
los mexicanos, la gente, todos, usted, sus
vecinos, familiares y amigos, no acertamos a dilucidar el problema, a
identificar las causas, las manifestaciones y los efectos, el país se dirigirá cada vez con más rapidez a
una dictadura ya no tan “blanda” como la del pasado. Téngase en cuenta que hoy
el uso de los medios tecnológicos para el control de masas puede asegurar el
establecimiento de un gobierno intrusivo, represivo, violento, intolerante y
demoledor.
Hoy ya estamos viviendo ese
gobierno. A nuestros hijos y nietos les corresponderá cambiarlo o adaptarse.
Para cambiarlo no parecen existir las bases ni
suficientes interesados en lograrlo. La opción es adaptarse. Adaptarse para sacarle provecho o adaptarse para
sobrevivirlo.
Yo no sé usted, pero yo no
deseo ni lo uno ni lo otro para mis descendientes.
miércoles, 17 de septiembre de 2014
REFUGIO LIBERAL: ¿Por qué EE.UU. teme la independencia de Escocia?
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miércoles, 10 de septiembre de 2014
MITOCLASTA: Rio Herido
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martes, 9 de septiembre de 2014
sábado, 12 de julio de 2014
Nadar de muertito
Edgar Piña O.
Este
es uno de esos momentos en los que todo alrededor parece no tener sentido.
Pasan por en medio del pueblo muchos terribles monstruos de maldad e insensatez
y nadie los ve o si alguien los ve no se
inquieta, no se alerta.
Probablemente
la conciencia de los mexicanos, los sonorenses, está condicionada por la media
e Internet, pero vivir en medio de feas realidades
y amenazas y no voltear al vecino, al pariente, al colega para, por lo menos, comentar los
sucesos, sólo se explica si ya nada es capaz de sacarte de Facebook o de la
impresionante pantalla plana que te tiene hipnotizado viendo el futbol, la
telenovela, o en el mejor de los casos, el Discovery o simplemente las noticias
fumigadas de los conflictos en Michoacán, Tamaulipas o Jalisco.
El
caso es que hay regiones del planeta en donde la gente se está matando, unos a
otros, y aún aquí cerquita de tu casa tirotean y degüellan personas, y eso no
merece ni siquiera el comentario.
Allá
en el Medio Oriente el superpoder Israelita está bombardeando población civil
de Palestina, mientras que los fanáticos de ambos lados, permanecen ocultos,
confortablemente monitoreando las operaciones militares y de inteligencia, en
sus refugios elegantes y lujosos. Acá en nuestro México gobiernos guiados por
el interés de grupos y partidos, incluyendo el narco, se ocupan de asegurar el
futuro de sus propias generaciones y que al resto del mundo se lo lleve el
diablo, pero para las clases medias sólo con leer un editorial, un comentario,
el asunto está arreglado.
¿Nuevas
empresas, inversiones, mercados potenciales? No interesan. Lo inteligente es
asegurar el capital en cuentas bancarias o inversiones inmobiliarias. ¿Delincuencia
organizada y de la otra, inseguridad en todas partes y a toda hora, corrupción
total de cuerpos policiacos y judiciales? Hay que estar preparados, para cuando
te toque, ¿para qué preocuparse antes de tiempo?
Ya
a nivel local en la media, en las redes
sociales, en las débiles conversaciones de la gente, temas como el de cientos, miles
de seres humanos que van pasando por Sonora con rumbo al norte en busca del
sueño de un trabajo, un refugio, una tortilla,
no parece quitar ni el sueño ni el apetito a quienes ya tienen un empleo,
una casa, una cocina y una olla de frijoles.
O
también el problema del agua para Hermosillo, en dónde el meollo del asunto (la
aberración agrícola de los cereales) no
está a discusión y se etiqueta el conflicto como un pleito entre partidos. Una
de las partes se cierra al argumento “es mi agua” y la otra contesta “tengo
sed”, pero no se avanza, no hay dialogo, no aparece la razón.
La
nuestra es una población civil que se
esfuerza, que trabaja y que observa indiferentemente los acontecimientos tal
vez pensando que “eso” es afuera. Aquí en casa todo está bien, hay salchichas y
cervezas en el refri y el carro está listo para lo que se ofrezca. ¿Para qué
salir de la cueva, para qué cambiar de sintonía, para qué abandonar la zona de
confort?
No
es necesario acudir a la teoría del complot para explicar por qué la humanidad
no ha logrado entrar a la etapa de la razón, la objetividad, la equidad y la
justicia. Mientras que esta forma de vivir funcione, no importa que grandes
sectores vivan en la miseria y la degradación, no importa que los zombies
salgan de sus barrios a pedir limosna en los cruceros citadinos, así son las
cosas, siempre ha sido así y seguro así será en el futuro.
Entonces,
¿Para qué sacar la cabeza con el riesgo de que te la corten? Mejor así, los que
sepan nadar que naden de muertito.
domingo, 29 de junio de 2014
Futbolización
Edgar Piña Ortiz
Es el antiquísimo
dicho "pan y circo" en presentación posmodernista, globalizada,
tecnológicamente avanzada y financieramente súper redituable. Tiene un efecto
penetrante en todas las capas de la población y representa una herramienta
eficaz de adormecimiento sobre las masas. Es el fútbol soccer.
Muchísimas cosas son
de llamar la atención y cada quien puede resaltar algún aspecto del
espectáculo, deporte, entretenimiento y negocio multimillonario, de acuerdo a
su visión de las cosas. Es exactamente esa variedad amplia de intereses y
facetas, lo que explica el ambiente casi totalizador que el fútbol provoca en
la sociedad actual.
Todas las
civilizaciones y casi todas las culturas, aún las más primitivas, utilizan los
fenómenos naturales, los sucesos extraordinarios, los deportes y las artes,
para producir espectáculos cuyo objetivo final es vender una idea, un producto
o servicio, pero también alimentar una creencia, un mito, un temor, una
expectativa, un sueño, y para lograr un rompimiento de tensión acumulada.
Mientras esos eventos
suceden los aspectos trascendentes para la vida económica y política de las
poblaciones van quedando como reservados, arcanizados, manejados y resueltos
por reducidas elites cuyas motivaciones insubstituibles son la conservación y
si se puede el mejoramiento del status personal y de grupo al que pertenecen.
Si se logra que
millones y millones de individuos se ocupen más del destino de un balón, que de
mejorar la condición humana propia y de la familia, entonces es más fácil que
unos pocos tomen las decisiones que afectan a todos.
En la Gran Tenochtitlan a cada fiesta, ceremonia,
rito, ofrenda y sacrificio, acudía la totalidad de la población a presenciar de
propia vista, la final inmolación de las elegidas o elegidos en honor de tal o
cual deidad, quien así calmaría su furia y enviaría a cambio lluvias, buenas
cosechas, bendiciones a sus buenos hijos aquí en la tierra.
Durante la colonia, en la Nueva España, se reunía toda
la población de la Cd. de México, en la plaza de la Santa Inquisición, para
presenciar la ejecución de sentencia del Santo Oficio, en el cuerpo y alma de
una bruja, un hereje, un judío, un moro o un endemoniado.
En la magia hipnótica
de un estadio repleto de color, movimiento, animación, ruido y entusiasmo,
encuentra el ciudadano de la República, la medicina que alivia la angustia, la
frustración, el coraje de no tener, de no consumir todo lo que se anuncia
antes, durante y después del espectáculo. En el multimillonario coro que grita
¡goooool! encuentra el chambeador de la economía formal o subterránea, la
salida a la tensión constante que provoca la abundancia aparente de bienes y
consumos, frente al poder de compra limitado, muy limitado.
Hoy el empleado, el técnico, el chofer, el obrero, el profesionista, se clavan en la tele a
presenciar espectáculos, eventos, competencias, peleas, confrontaciones,
coronaciones, sacrificios, ritos, ceremonias, triunfos y derrotas, para
desahogar presiones de un trabajo rutinario y mal pagado en un ambiente laboral
difícil, conflictivo y desmotivamente.
¿A quien le interesa
el estancamiento y retroceso productivo, la des-generación de empleos, el alza
constante, los monopolios privados y del gobierno, la pobreza, la inseguridad, la corrupción total,
la partidocracia, la mercadotecnia política? ¿A quien le importa el desarrollo
económico y político, la organización de la sociedad civil, la conservación de
los recursos naturales, la educación de nuestros hijos, la prosperidad y el
disfrute responsable de la libertad individual?
¿Para que hablar de
cosas complicadas, conflictivas, polémicas y sobre las cuales nunca nos
pondremos de acuerdo? Mejor vamos al partido, mejor compramos una cervezas y
encendemos la televisión. Eso es real, palpable, entendible, accesible,
disfrutable.
¡Disfrutemos la
fiesta mundial del fútbol, dejémonos llevar por la emoción! Si no hay changarro
que cuidar, profesión que mejorar, realidad que transformar, dinero que contar,
ganancias que contabilizar, entrémosle a la droga que entra por los ojos, esa
sí te prende, …pierdas o ganes.
miércoles, 28 de mayo de 2014
Las drogas y el gato de los pies de trapo
Las drogas y el gato de los pies de trapo
4 de abril de 2010 a la(s) 9:55
Edgar Piña
Para el lector de noticias en diarios, revistas y sitios de Internet, lo mismo que para quien escucha reportes en la radio y la televisión, en Estados Unidos, no hay nada que le conmueva si se refiere a un suceso acaecido al sur de la frontera o si está relacionado con “alliens”, es decir gente extraña, de afuera, extranjeros.
Pero si el involucrado es un ciudadano norteamericano, de raza blanca preferentemente y de nombre y apellidos diferentes a los de escritura y sonido hispano, entonces la noticia, el incidente sí merece la pena el comentario, la opinión, y si se puede, la presión al legislador, al funcionario vigilante del cumplimiento de la ley, al medio de comunicación.
Miles de muertos pueden estar cayendo diariamente en las ciudades fronterizas y del interior del país, billones de dólares pueden estarse gastando diariamente en el divertido (para algunos) juego del dizque combate al narcotráfico, pero nada de eso es importante para el ciudadano estadounidense, a menos que involucre a alguien de los suyos.
Cuando es así, entonces la noticia ocupa los titulares, encabeza los noticiarios y merece sesudos comentarios de analistas y editorialistas sobre la desgracia de tener al sur del río Grande o de la frontera con Nuevo México, Arizona y California, a un vecino perverso, desalmado, violento, que lucra obscenamente con la introducción de drogas de todo tipo al sano, limpio, impoluto mercado norteamericano.
Tanto aquí como allá el asunto es una farsa, pero el entramado es diferente. Aquí dicen los gobiernos que están comprometidos en una guerra contra los narcotraficantes; pero sólo caen unas cuantas hojas -las más débiles- del frondoso árbol. Allá de vez en cuando, alguien informa o comenta del daño que ocasiona a la actividad productiva el abuso de las drogas, pero cada vez más estados legalizan su uso o flexibilizan las leyes destinadas a castigar el tráfico y consumo de las mismas.
En lo particular no comparto la idea de que el gobierno mexicano es un gobierno confundido. Tampoco creo que sea tonto; para nada. Más bien estoy convencido que el gobierno mexicano a todos los niveles –federal, estatal y municipal; ejecutivo, legislativo y judicial- es el socio mayoritario del gran negocio de la producción, transformación, distribución y venta de drogas de todo tipo.
Lo mismo aplica para el gobierno del país que sigue siendo y con mucho el más poderoso del mundo.
En el gran teatro de la política, usted lo sabe, todo, todo se vale. Se vale, por supuesto, inhalar cualquier alcaloide antes de escribir o revisar el discurso que habrá de tronar, sonar fuerte contra el flagelo de las drogas, contra el sucio negocio del narcotráfico.
Se vale, también por supuesto, fumarse un buen porro de cannabis después de la agotadora jornada legislativa o judicial, en la que el sujeto se desgarró las vestiduras convenciéndonos de su entrega a la lucha contra el crimen organizado y el desorganizado igualmente.
A los círculos de poder en uno y otro lado de la frontera, les tiene sin cuidado el costo social de la “guerra” contra las drogas. A nadie que esté compartiendo, aunque sea minoritariamente, las ganancias del gran negocio le interesa que el partido se acabe. Las reglas son claras y es un tonto el que las viole.
Es como aquel viejo estribillo que nos repetían nuestras abuelas: “Este era un gato con los pies de trapo y los ojos al revés. ¿Quieres que te lo cuente otra vez?
La farsa continuará hasta que usted y yo -que no obtenemos parte de las ganancias, pero que sí aportamos cada vez más recursos para que la función se prolongue-, no hagamos algo para organizarnos y exigir a los gobiernos que hagan lo que están obligados hacer y dejen de meterse en lo que no es su responsabilidad.
“Está pelona la marrana”, decían en mi pueblo cuando algo se veía difícil. Sin embargo, en algún momento habrá que intentarlo. ¿No lo cree usted?
lunes, 26 de mayo de 2014
miércoles, 14 de mayo de 2014
lunes, 21 de abril de 2014
La despedida del tirano
Por Edgar Piña Ortiz (*)
Noticuba Internacional
Mexico, 24 de enero del 2007
Despierta cuando escucha voces como lejanas. Abre los apagados ojos y
se percata de las figuras borrosas de su hermano Raúl vestido de
traje y corbata, al doctor García Sabrino y Evelia la enfermera que
lo ha atendido minuto tras minuto desde que ingresó al hospital. Se
asombra de verlos ahí, pero no tiene fuerzas para externar su
asombro. Estaba seguro que segundos antes de despertar Camilo y
Ernesto habían estado ahí junto a su cama, con sus atuendos y sus
barbas de guerrillero. Trata de hablar pero no le responde su
garganta, sus labios no logran moverse y su lengua está seca, amarga,
pesada. Se acercan los tres -su hermano, el doctor y la enfermera- y
le hablan en voz baja, pausada, suave, pero no entiende lo que le
dicen y no está seguro de quién provienen las indescifrables palabras
que a duras penas logra escuchar. Trata de seguir con la mirada los
movimientos de la mujer de blanco quien se dirige a la cabecera de su
cama y revisa las botellas de líquido transparente que baja gota a
gota por una manguera hacia su mano delgada, enjuta, de piel manchada
e incapaz de moverse. Prefiere cerrar los ojos para tratar de tomar
fuerza y estar en capacidad de preguntarle al doctor Sabrino si hay
alguna mejoría en su salud. Luego intenta poner en orden su confuso
pensamiento porque tiene muchas preguntas que hacer a Raúl y muchas
más órdenes que dar. Pero no lo logra y vuelve a caer en ese
laberinto negro, caótico, insoportable en el cual se desliza hacia
abajo y del cual emergen alternadamente los rostros de sus camaradas
de la guerrilla, los compañeros del partido, los jefes de las
dependencias de gobierno, los diplomáticos, los políticos de otros
países, los escritores, los deportistas, los artistas y luego los
rostros de negros, de mulatos, de castizos, de niños, de guardias, de
secretarios, de colaboradores que le rodeaban siempre en sus
discursos, en sus mítines, en sus giras por la isla. Los rostros
emergen de la nube negra del torbellino en el que se desliza y luego
se ocultan para ceder el lugar a otras caras, otros gestos. Va
cayendo, claro siente que va hacia abajo, pero no desea llegar porque
sabe, presiente, algo le dice que allá abajo, al final del remolino,
se encuentran cientos, miles de cadáveres. Cubanos muertos en la
Sierra Maestra, cubanos muertos en las cárceles, en los hospitales,
en las calles, en los bohíos, en las selvas, en los ríos, en las
playas, en los mares que rodean a Cuba. Se hunde en la inconciencia
total.
La Plaza de Armas está repleta. Toda la Habana y parte de las
provincias cubanas están presentes. El comandante Fidel Castro,
Presidente del Consejo de Ministros y Jefe de Estado y de Gobierno,
Comandante en Jefe de las Fuerzas Armadas Revolucionarias, Primer
Secretario del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, el amo
y señor de la isla, la piedra en el zapato del imperialismo yanqui,
el ídolo indiscutible de todos los individuos del mundo que creen en
el triunfo incontenible del socialismo en la tierra, tiene el
micrófono frente a él. Recorre con ágil mirada a la multitud alegre,
inquieta, feliz, que silva, que grita, que aplaude, que levanta las
manos, que agita los puños al aire en señal de victoria. Se frota la
barba, coloca el enorme habano sobre un cenicero discretamente
acomodado en el podium, toma un sorbo de agua de un vaso cercano y se
dispone a hablar, pero en ese momento la multitud desaparece, se
esfuma, solo ve una neblina espesa, negra, que ondula en el espacio
cercano al piso de la plaza. Busca en su entono inmediato pero los
rostros, los cuerpos de quienes le rodean no están ahí. Se frota los
ojos y trata de discernir lo que pasa. Ahora ve cruces, tumbas,
celdas repletas de cuerpos inermes, fusiles, pistolas, despojos verde
oliva de uniformes militares. Y luego el remolino otra vez. Trata de
hacer un gesto de dolor, intenta quejarse pero nada logra. Es mucho
el dolor, es insufrible la angustia y decide entregarse al remolino,
pero en ese momento siente la mascarilla de oxígeno que se pega con
fuerza a su rostro. Se queda inconsciente.
Ahora está en su bunker de El Vedado. Recién estrenado su uniforme
verde oliva. Su puro en la mano, un vaso de ron en la otra. Enfrente
de él sus ayudantes y colaboradores. Toma unos papeles y pretende
leerlos. Escucha las conversaciones primero confusas, después
entendibles. Hablan de él, hablan de su enfermedad, de las
intervenciones quirúrgicas. Se percata que las voces suben de tono,
se acusan unos a otros, se culpan de traiciones, de mentiras, de
conspiraciones. Observa de reojo a Raúl que platica con Sabrino y
parece entender que éste se niega a algo que Raúl insiste. Voltea a
otro lado y ve a Camilo platicando con Pérez Roque y con Juan
Almeida, pero le asalta la duda. Le chupa al puro, le sorbe al ron,
afina el oído, afina la mirada: sí es Camilo y más allá está Huber y
cerca del librero Ernesto fumando un puro y acaparando la
conversación. Trata de clarificar en su mente si Camilo y Ernesto y
Huber están vivos o él está mal. Trata de concentrarse en los
papeles, mientras clarifica lo que está pasando, pero no lo logra.
Decide levantarse para pedir silencio o que abandonen su oficina
porque él está trabajando, pero no lo logra. Coloca el puro en el
cenicero y se levanta del sillón. Levanta la voz: ¡Señores!, grita
pero nadie lo escucha. Todos siguen sin inmutarse. Aclara la
garganta, carraspea y grita de nuevo: ¡Compañeros!, pero todo sigue
igual. ¿Qué pasa? Se pregunta él mismo y todos los reunidos se
desdibujan, se desvanecen y sólo queda una mujer de negro allá en el
rincón, donde está el perchero que sostiene las gorras militares de
su propiedad. No le ve la cara, pero siente una mirada profunda,
definitiva. Vuelve la vista hacia el recinto y otra vez ve la bruma,
la negra neblina que le rodea.
Ahora despierta. Puede oír. Puede ver. Está en su cama. Ahí esta
Evelia y otra enfermera. Le están limpiando las costuras en el
abdomen. Nada siente cuando lo tocan, nada más ve las gasas que
limpian costras y sangre que fluye de adentro. Hablan pero no logra
escuchar lo que dicen. Trata de hablar, pero sólo consigue un quejido
y luego la mirada de las dos muchachas que voltean a verle el rostro,
los labios. Una de ellas camina hacia una mesita y toma una jeringa y
una ampolleta. Luego inyecta el líquido en la botella que cuelga a un
lado de la cabecera de su cama. Se pierde.
Va caminado ahora con paso firme por los pasillos de Villa Marista,
una de las prisiones de la Habana. Va seguido de sus ayudantes y sus
colaboradores. El puro no falta y emerge humeante de su barba negra,
abundante y rotunda. Se acomoda el cinturón del que cuelga una pesada
escuadra calibre 44. Sigue caminando hacia un patio cerrado por
enormes muros de ladrillo. En el suelo está un harapiento prisionero
de esquelético cuerpo. Se adelanta uno de sus ayudantes y le ordena
pararse. El preso no logra sostenerse y el ayudante lo tiene que
auxiliar tomándolo de la camisa por la espalda. Se acerca Fidel y le
dice: Me dicen que tienes algo que decirme. Hazlo pronto porque no
tengo mucho tiempo. El débil individuo no contesta, sólo una mirada
incisiva, cargada de asco y de desprecio, sale de sus ojos hinchados
rodeados de una costra negra y desagradable. El comandante insiste:
Te vamos a fusilar hoy mismo, ¿qué es lo quieres decir? Transcurren
unos minutos y el prisionero no contesta. El autócrata se da la
vuelta y le dice al teniente Moscoso: Fusílenlo inmediatamente. En
ese momento el prisionero habla: ¡Hey!… El déspota voltea hacia el
individuo que ya fue dejado caer por el esbirro. Luego dice con
fuerza: ¡Fidel!… ¡Púdrete maldito! El dictador sigue caminando, pero
luego se frena. Se lleva la mano a la pistola, desenfunda y dispara.
El primer balazo le destroza la cabeza al prisionero. Pero el tirano
sigue disparando hasta que se queda sin balas. Le da el arma a uno
de sus ayudantes y le dice: ¡reabastézcala, capitán¡ Y sigue
caminado. Pero ha avanzado sólo unos cuantos pasos, cuando escucha
nuevamente: ¡Púdrete, maldito! Voltea rápidamente pero ya no ve al
prisionero, sólo un bulto negro que se levanta y se le va encima…
En su cama el maldito ha cesado de respirar.
(*) Profesor universitario mexicano
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